Si la demanda de Sandra Ávila prospera, la mujer recibiría una suma millonaria. El éxito de la Reina del Sur ha sido impresionante. La novela ha sido transmitida en varios países, va para su tercera temporada, es un éxito en Netflix y una mina de oro para Telemundo. También hizo célebre a Kate del Castillo, quien interpretó a Teresa, su protagonista.
Antilavadodedinero / Semana
Sin embargo, ese mundo de maldad, armas, drogas y excesos puede no ser sacado de la imaginación del guionista, sino de la vida criminal de una mujer que el mundo comienza a conocer: Sandra Ávila.
Se trata de una delincuente condenada que fue extraditada a Estados Unidos, pareja de otro peso pesado de la droga.
En una extensa demanda, que reveló el diario Mileno de México, Ávila asegura que merece el 40 % de las ganancias de la Reina del Sur, pues su vida la que inspiró esa novela.
“No debe quedar lugar a dudas de que las empresas Telemundo y Netflix no regalan el contenido que se comunica públicamente y/o distribuye y/o reproduce y otras formas, sino que, por el contrario, se trata de un modelo de negocio exitoso en el que dichas empresas resultan evidentemente beneficiadas, razón por la cual deberán en su momento resarcir a la suscrita por el uso sin autorización de la imagen de la suscrita para publicar la serie ‘la Reina del Sur’, así como por el daño moral realizado por su socia Telemundo, quienes actuaron de manera dolosa con la intención de desprestigiarme”, asegura en la demanda publicada por Milenio.
El diario ABC hace un extenso relato de su vida. A sus 61 años, la mujer tendría todo por contar. Se dice que era la ficha clave de Diego Montoya, ‘Don Diego’, uno de los fundadores del cártel de la droga de Guadalajara. Sus amores la llevaron a estar muy de cerca a los más malos del negocio de la droga. Su primer marido, era un policía corrupto. El segundo, un agente antidrogas que terminó baleado mientras se recuperaba en un cuarto de hospital. Y el último, fue Juan Diego Espinosa, alias ‘El Tigre’.
El padre de su único hijo fue un exalto funcionario de la fuerza pública mexicana que fundó el llamado cartel de Los Zetas, una organización conformada en su mayoría por exmilitares y expolicías que se caracteriza por ser la más sanguinaria en la guerra que se libra entre los carteles en México.
A diferencia de lo que ocurre en la serie de televisión, Ávila “lleva el narcotráfico en la sangre”, como ella misma lo reconoció hace cuatro años cuando fue arrestada. Y tiene razón. Nació y vivió toda su vida metida en el mundo del narcotráfico.
Es sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, quien fue uno de los narcos más conocidos de México durante los años setenta y quien fue socio de algunos de los integrantes del cartel de Medellín en esa época, como Pablo Escobar y Carlos Lehder.
Su madre, María Luisa Beltrán Félix, conocida en el mundo de los narcos con el alias de ‘Doña Chata’, estuvo acusada de narcotráfico, ya que junto a sus hermanos Arturo y Roberto, fundaron, a finales de los años ochenta, el cartel de Sinaloa, considerado hoy día una de las organizaciones más temibles y sangrientas, y que libra una cruenta guerra contra otros cuatro carteles en México que, tan solo en el último año, ha dejado 15.000 muertos.
En la vida real, Sandra Ávila siempre vivió rodeada de lujos, comodidades y no terminó metida en el mundo de tráfico de drogas por accidente.
La belleza y la simpatía siempre fueron las claves que le permitieron a Sandra mantener relaciones con todos esos narcos, muchos de los cuales eran rivales a muerte. Cambiaba de capo como cambiar de camisa y, sin embargo, nunca ninguno de ellos se atrevió a tocarle un pelo o a hacerle un reclamo por temor a ella y a su familia. Pero también por otra cosa. De cada uno de estos capos no solo le quedaron millones de dólares. Lo más importante fue que conoció hasta el más mínimo detalle de rutas, contactos, socios y testaferros de cada uno de sus exmaridos y sus organizaciones.
Esa información no solo se convirtió en su mejor protección, sino en la base fundamental para crear su propio cartel junto con quien sería su sexto esposo: el colombiano Juan Diego Espinoza. Conocido con el alias de ‘el Tigre’, este hombre era un mando medio del cartel de Medellín en los años ochenta. Su misión era servir de enlace entre los hombres de Pablo Escobar y sus socios aztecas.
Ahí fue cuando conoció a Ávila, y años después, en 1999, terminó casado con ella. Para ese momento, Ávila ya conocía a casi todos los capos del cartel del Norte del Valle en Colombia, pues prácticamente todos sus exesposos habían hecho negocios de tráfico de drogas con ellos desde hacía años. Varias veces ella estuvo en Colombia y no en pocas oportunidades fue la anfitriona de los narcos criollos cuando viajaban a México.
No obstante, para comienzos de 2000, la disputa por rutas entre los carteles mexicanos estaba comenzando y las vendettas amenazaban el ‘negocio’. En una jugada astuta, Ávila aprovechó sus buenas relaciones y convenció a la mayoría de los narcos de que les permitieran a ella y a su marido controlar todo el tránsito de droga desde Colombia hasta México por el océano Pacífico.
Los pocos que se opusieron fueron eliminados. La propuesta de la pareja era simple y atractiva: garantizaban que todos los embarques de coca enviados desde las costas del Pacífico colombiano llegaran a México, donde ella y ‘el Tigre’ distribuirían la droga a cada uno de los carteles. Si por alguna razón el cargamento era decomisado, Ávila igual se lo pagaría al dueño. Fue por ello que en México empezó a ser conocida como ‘la Reina del Pacífico’, su verdadero alias.
Ávila negociaba cargamentos que salían desde Tumaco y sus alrededores, que eran comprados por los mexicanos a las organizaciones de Víctor Patiño Fómeque, Juan Carlos Ramírez Abadía, alias ‘Chupeta’, o Diego Montoya, alias ‘Don Diego’, entre otros. La fortuna de Ávila y ‘el Tigre’ creció descomunalmente y durante años nunca fue investigada por las autoridades de su país.
Pero su suerte cambió en 2001, cuando la Procuraduría General de la República (PGR) y la DEA incautaron en las costas mexicanas un barco proveniente de Buenaventura con nueve toneladas de coca. El cargamento y la embarcación eran de la pareja. A partir de ese momento fueron incluidos en las listas de los más buscados. Durante los siguientes seis años vivieron en la clandestinidad y cambiaban permanentemente de lugar.
Pero si bien eran prófugos, nunca dejaron de refugiarse en las muchas mansiones y ranchos que tenían a lo largo de México. Ahora, ya en libertad, se juega la batalla de su vida, y una que podrá hacerle ganar más dinero que todos los cargamentos de coca que negoció en el pasado.