La intolerancia hacia las religiones en Brasil no es nuevo, pero en los últimos años ha sido muy violenta. En 2019 cerraron casi 180 iglesias de umbanda y candomblé, las dos creencias de este tipo que más seguidores tienen en Brasil, debido a las amenazas a sus líderes, así lo confirma la Comisión para Combatir la Intolerancia Religiosa (CCIR).
Por BBC/ALD1
Detrás de los ataques, hay pandilleros vinculados a una de las organizaciones criminales de narcotráfico que se hacen llamar «traficantes de Jesús» y dicen hacerlo «en nombre de Dios», para «purificar» al país.
Sin embargo, de acuerdo a los expertos, sacerdotes, académicos y pastores consultados, usan una «interpretación radical» de preceptos evangélicos para ganar poder e influencia en algunos territorios.
Las religiones afrobrasileñas tienen presencia en el país desde tiempos de la esclavitud, son su principal blanco. Ante ello, la Fiscalía Federal de los Derechos de los Ciudadanos solicitó al presidente del país, Jair Bolsonaro, que tome cartas en el asunto, condene públicamente los ataques y defina un plan para detener las agresiones.
El Centro para la Promoción de la Libertad Religiosa y Derechos Humanos recibió en el año 2019, las denuncias registradas fueron 201, un 100% más de las recibidas el año anterior, cuando se reportaron en torno a 90 casos.
Pero tanto esa comisión como la Fiscalía Federal de los Derechos de los Ciudadanos intuyen que el número de incidentes es aún mayor. «Muchos casos no se denuncian por miedo y por las amenazas de muerte a sacerdotes y feligreses», explica Julio Araujo, fiscal federal radicado en Río de Janeiro. Es el Estado que más agresiones concentra y donde los expertos creen que surgieron los que se hacen llamar «traficantes de Jesús».
Fábio Nobre, codirector del Centro de Estudios de Política, Relaciones Internacionales y Religión en Brasil, le aclara que no existe una organización de «traficantes de Jesús», sino que la mayoría de estos pertenecen al Tercer Comando Puro (TCP).
TCP es una de las bandas de crimen organizado y narcotráfico más poderosas de Brasil, con gran influencia dentro de las prisiones. Muchos de los pandilleros evangélicos son exprisioneros, quienes se convirtieron en la cárcel para mejorar sus condiciones.
Robert Muggah, el fundador del Instituto Igarapé, un centro de investigación sobre seguridad ciudadana con sede en Río explicó que «los pastores evangélicos tienen una gran presencia en el sistema penitenciario. Ofrecen a los reos la ‘salvación’ y servicios de bienestar que el Estado no provee».
«Muchos se convierten estando en prisión y, una vez salen, asumen un discurso radical e inquisidor hacia las religiones no cristianas», añade Nobre.
«Históricamente, la población negra de Brasil fue desplazada del centro de las grandes ciudades y se fue a vivir a las favelas. Y lo que han hecho estos ‘traficantes de Jesús’ es desplazar a sacerdotes afrobrasileños de estos territorios para establecerse de forma mayoritaria allí y controlar mejor la zona. Es lo que más les importa», explica Muggah.
El fiscal federal Araujo dijo que «el ataque más frecuente es la quema de templos. También amenazan a los líderes de estas religiones para que abandonen su fe. Se trata de una forma sofisticada de agresión, porque no incluye violencia física, pero a su vez es muy determinante».