La presentación en China de una alternativa a ChatGPT pone de manifiesto las dificultades de las empresas del gigante asiático en la carrera hacia la inteligencia artificial, en un contexto de rivalidad tecnológica con Estados Unidos y de censura.
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El gigante chino de Internet Baidu presentó la semana pasada en Pekín «Ernie Bot«, su respuesta al robot conversacional o chatbot estadounidense ChatGPT, cuyas proezas se siguen de cerca en China a pesar de estar bloqueado.
ChatGPT, lanzado en noviembre por la empresa emergente californiana OpenAI, es capaz de dar respuestas detalladas sobre un amplio abanico de temas, escribir ensayos o crear contenidos audiovisuales en cuestión de segundos a través de la inteligencia artificial.
En China no se puede acceder a este sin un programa VPN que permite ocultar el lugar desde el cual el usuario se conecta.
Alternativas al ChatGPT
Se trata de uno de los primeros grupos chinos en posicionarse para ofrecer un equivalente al popular chatbot estadounidense. Sin embargo la presentación a la prensa de Ernie Bot se limitó a mostrar imágenes pregrabadas y una simple ecuación de álgebra.
El reto para los desarrolladores, por su parte, es crear un bot conversacional que funcione bien pero no se desvíe del estricto marco de contenidos permitido.
Por ejemplo, cuando se pregunta a un chatbot creado por la universidad Tsinghua de Pekín si el presidente chino Xi Jinping es un buen dirigente éste pide hacer otra pregunta.
Repercusiones
Tras la presentación de esta herramienta, las acciones de Baidu perdieron casi un 10%, antes de recuperarse al día siguiente gracias a los comentarios positivos de un pequeño sector de usuarios y analistas.
«La regulación y la censura de contenidos en China son claros obstáculos», afirma Lauren Hurcombe, especialista en tecnología del bufete de abogados DLA Piper.
Como consecuencia, las compañías chinas disponen de «muchos menos datos» que sus competidores occidentales para alimentar y entrenar sus sistemas, explica Hurcombe.
Inteligencia artificial
El país aspira a convertirse en líder mundial de aquí a 2030, lo que revolucionaría multitud de sectores, como la industria automotriz o la medicina.
Pero «ya no tendrá acceso» a los chips más potentes, advierte Lauren Hurcombe, que cuestiona la capacidad de encontrar alternativas chinas igual de potentes.
Steven Miller, profesor emérito de sistemas de información en la universidad de gestión de Singapur matiza: «En 2016, China ya estaba construyendo supercalculadoras de primer nivel mundial utilizando sus propios chips».
«Si eso era así hace siete años, sin duda hoy tiene más capacidad para diseñar chips de gama alta», explica Miller.