Desde hace más de 60 años, el desmedido consumo de diversos fármacos en Estados Unidos ha conducido a un gigantesco problema de salud pública al no disminuir los índices de adicción de narcóticos, estupefacientes y drogas sintéticas, según lo afirma Ricardo Peralta Saucedo, Administrador General de Aduanas de México.
La colaboración de México en la lucha contra el tráfico de sustancias psicoactivas es histórica, en el sexenio del expresidente Luis Echeverría Álvarez se inició con el despliegue de la Operación Cóndor.
En 1969, Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, prometió el cierre de la frontera terrestre con México, donde todos los vehículos provenientes del sur eran detenidos para revisarlos, lo anterior ante el consumo principalmente de mariguana y heroína por excombatientes veteranos de Vietnam y un gran grueso de la juventud de entonces, que ya indicaba una preocupante condición respecto al resto del mundo.
La llamada Operación Intersección fue el inicio de la batalla contra el tráfico de drogas y, a partir de ahí, todos los mandatarios estadunidenses la han incluido en sus programas de gobierno.
La Operación Cóndor se concentró en el conocido triángulo dorado que integran los estados de Durango, Sinaloa y Chihuahua, la erradicación masiva de cultivos fue también parte del inicio de una política que, hasta la fecha, se realiza en esa misma región y otras más, particularmente en las entidades federativas que integran la franja del Pacífico mexicano.
El gobierno de México comisionó a agentes de la entonces Policía Judicial Federal que instalaron a lo largo del perímetro de esa zona puntos de revisión carreteros (retenes), en los que se realizaban aseguramientos en compartimentos secretos y otros completamente visibles y en cantidades industriales. Por su parte, la Defensa aseguró más de 100 toneladas de mariguana, 5 de cocaína, destruyeron narcolaboratorios y retuvieron miles de armas y casi una centena de narcotraficantes, según los informes oficiales.
La Operación Cóndor es un antecedente de que la colaboración operativa concentrada en abatir el problema multifactorial que representa el consumo de drogas tiene como principal objetivo una condición de salud pública, aparejado a la generación de violencia por el uso de armas de grueso calibre y el concurso de delitos que cada vez ha proliferado alrededor de dicha actividad ilícita, como el lavado de dinero, la corrupción, la colusión de servidores públicos, el secuestro, la extorsión, el homicidio y muchos otros fenómenos latinoamericanos que se relacionan íntimamente con el caso de México.
La renovación por parte de la administración electa del presidente Donald Trump hace recordar la promesa de campaña de Richard Nixon de cerrar la frontera, con una motivación similar, pero también con una complicación latente que tiene dos grandes aristas: el tráfico de armas y municiones de Estados Unidos a México, con los que se arman los cárteles del narcotráfico; y el gigantesco problema del consumo desmedido de drogas letales como el fentanilo, principalmente entre jóvenes estadunidenses.
La respuesta del gobierno de México ha sido contundente, al realizar aseguramientos históricos de más de 1 tonelada de fentanilo en días anteriores, además de la detención de peligrosos líderes del crimen organizado, generadores de violencia. La historia se repite con actores distintos, y las condiciones de oferta y demanda están presentes en el escenario. Mucho que colaborar con nuestro principal socio comercial y cercano vecino del norte.