Quién es “El Tigre” Bonilla, ex jefe narco de la policía hondureña

Algunos recuerdan al Tigre Bonilla como un hombre duro con los criminales pero la justicia estadounidense reunió pruebas de que fue el músculo de la operación de narcotráfico del ex Presidente Juan Orlando Hernández.

Antilavadodedinero / Infobae

En el departamento de Copán, fronterizo con Guatemala y porción vital de la ruta de la cocaína en Honduras, algunos recuerdan a Juan Carlos Bonilla Valladares como un tipo al que no le temblaba la mano para deshacerse de los criminales. Fiscales de Estados Unidos dicen de él otra cosa: que fue uno de los principales aliados del expresidente Juan Orlando Hernández en el negocio del narcotráfico y uno de los funcionarios que convirtió a Honduras en un estado mafia.

Valladares, también conocido como El Tigre, fue director de la Policía Nacional de Honduras entre 2012 y 2013 y antes de eso jefe regional en el occidente del país, en la zona entonces más caliente en el tráfico de cocaína en el continente. Fue ahí, en los departamentos de Copán, Ocotepeque, Santa Bárbara y Lempira, dónde El Tigre forjó su leyenda de hombre duro y, según los fiscales estadounidenses, donde ascendió en el negocio del narcotráfico bajo las sombras de Juan Orlando Hernández y su hermano Juan Antonio “Tony” Hernández.

En abril de 2020, el Departamento de Justicia (DOJ) acusó a Bonilla ante un tribunal de Manhattan, Nueva York, de varios delitos de narcotráfico. La acusación, firmada por el fiscal especial George S. Berman, dice que el Tigre fue parte importante de la operación multinacional que dirigían los hermanos Hernández.

Bonilla, dice Berman, “abusó de sus puestos en la fuerza pública hondureña para burlar la ley y jugar un papel esencial en una violenta conspiración internacional de narcotráfico… En nombre del excongresista Tony Hernández (condenado por narcotráfico) y de su hermano el presidente, Bonilla Valladares supervisó el transporte de varias toneladas de cocaína hacia los Estados Unidos, uso armas de grueso calibre para lograrlo y participó en actos de violencia extrema, incluido el asesinato de un traficante rival”

En mayo de 2021, más de un año después de la acusación inicial en Nueva York, Washington solicitó formalmente la extradición de Bonilla, quien entonces se dio a la fuga. Protegido por antiguos socios en el gobierno hondureño, El Tigre logró mantener perfil bajo y paremanecer fuera del alcance de sus excolegas en la Policía Nacional.

Todo cambió cuando Ramón Sabillón, el jefe policial que sucedió a Bonilla en 2013 y a quien el entonces presidente Juan Orlando Hernández forzó al exilio, volvió a Honduras para hacerse cargo del Ministerio de Seguridad el año pasado.

Bajo las órdenes de Sabillón, la policía capturó al Tigre Bonilla el 10 de marzo pasado en un poblado al norte de Tegucigalpa, la capital. Poco menos de un mes antes Sabillón había capturado al expresidente Hernández, cuya extradición acababa de pedir Estados Unidos.

Hernández está ya en Estados Unidos, donde a mediados de abril se presentó ante un juez en Manhattan para escuchar los cargos de narcotráfico en su contra. El Tigre Bonilla, sicario de JOH -como se conoce al expresidente en Honduras por sus iniciales-, aún espera en la cárcel de una base militar hondureña el avión de la Agencia Antidrogas (DEA en inglés) que lo llevará a suelo estadounidense.

Todo está listo para esa extradición luego de que la Corte Suprema hondureña diera el aval al trámite. Solo faltan, según las autoridades de Honduras, detalles logísticos a cargo de la DEA. Bonilla, además, ha pedido que su salida de territorio hondureño, lo que ha hecho especular a algunos analistas que el exjefe policial puede estar negociando tiempo en prisión a cambio de información sobre el expresidente Hernández.

Diez años atrás, los dos, Bonilla y Hernández, trabajaron en la misma empresa de narcotráfico que nació en el occidente hondureño. El policía era, al decir de oficiales hondureños de inteligencia que han hablado durante años con Infobae sobre el narcotráfico en el país centroamericano, el músculo. El presidente Hernández y su hermano Tony eran los cerebros y la protección política.

El tipo duro

“Tenía carácter fuerte y era directo para hablar”, recuerda un periodista hondureño de Copán sus intercambios con el Tigre Bonilla a inicios de la década pasada, cuando el policía era uno de los hombres más temidos en el occidente.

En aquellos años, dice el comunicador, quien habló con Infobae desde el anonimato por seguridad, Bonilla era una especie de leyenda en las montañas copanecas fronterizas con Guatemala. Él era la voz recia, el brazo más fuerte de la ley que se vendía como el azote de los narcos en la zona.

“Aquí se le conoció como un tipo enérgico que puso orden. Incluso montó operativos contra los Valle Valle -uno de los clanes de narcotraficantes más poderosos de Honduras de principios de siglo-. Decía que él no tenía amigos narcos y por eso no se sentaba con ellos como había sido la costumbre en Copán”, relata el periodista.

Pero, más allá de la leyenda, se escondía otra realidad, una en donde la línea entre narcos y policías siempre fue difusa.

El panorama que dibujan las investigaciones de agentes estadounidenses que estuvieron destacados en Honduras y las decenas de testimonios anexas a procesos judiciales contra narcos hondureños en Estados Unidos hablan más bien de un jefe policial, el Tigre Bonilla, que, al servicio de los Hernández y antes de otras figuras prominentes del gobernante Partido Nacional, fue duro con los narcos cuando sus jefes se lo pidieron y condescendiente cuando el negocio así lo requería.

Fue justo en los años en que Bonilla estuvo como jefe regional en occidente cuando se afianzó la alianza narco de esa región hondureña, puente entre las pistas de aterrizaje en el este y norte del país y la frontera guatemalteca. Aquella mesa de narcos tenía tres patas: Los Valle Valle en El Espíritu, el entonces alcalde Alexander Ardón en El Paraíso, ambos pueblos de Copán, y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo del Cartel de Sinaloa, quien era el dueño final de la droga que transitaba por Honduras.

A ellos, de acuerdo con los fiscales estadounidenses, los protegía el poder político y policial, incluido Bonilla.

De forma corrupta, Bonilla Valladares se aprovechó de su rango para facilitar el tráfico de cocaína, y uso la violencia, incluido el asesinato, para proteger a un grupo particular de políticos conectados con traficantes de drogas, incluidos Hernández Alvarado (el expresidente) y su hermano… A cambio de sobornos, Bonilla ordenaba a sus subalternos en la policía a que pasaran libremente por puestos de chequeo policial”, establece ala acusación fiscal en Estados Unidos.

Para finales de la década 2000, el Tigre era ya uno de los comandantes más visibles de la policía hondureña gracias a sus acciones en San Pedro Sula, capital industrial del país, y en el aledaño municipio de La Lima, territorio dominado desde entonces por pandillas como la MS13.

Fue ahí donde se forjó su reputación de duro al protagonizar acciones antipandilleras que, según investigaciones del Ministerio Público de Honduras entonces, también incluyeron ejecuciones extrajudiciales.

El primer mentor político de Bonilla fue Porfirio “Pepe” Lobo, el hombre del Partido Nacional que se convirtió en presidente de Honduras en 2010, después del golpe de Estado que había depuesto el año anterior a Manuel “Mel” Zelaya, esposo de la actual presidenta del país. Fue Lobo quien movió a Bonilla a occidente y luego, en 2012, lo nombró jefe máximo de la Policía Nacional.

Un año antes, en 2011, el mapa del narco se había reacomodado en Copán tras la muerte de Franklin Arita, un traficante que controlaba la salida hacia Guatemala por el poblado de Santa Rita, al suroeste de El Paraíso y El Espíritu, donde mandaban los otros clanes de narcos de occidente.

En julio de ese año, Arita fue asesinado de dos bazucazos en Santa Rita. Bonilla, que era jefe en Copán, dijo a la prensa que el móvil podía ser una venganza entre narcos. Investigaciones posteriores de la inteligencia policial, las cuales nunca se convirtieron en pesquisas sólidas en la fiscalía hondureña, recogieron pistas que apuntaban al mismo Bonilla como autor intelectual de ese crimen.

Un alto oficial de inteligencia hondureña, quien entonces investigaba a los grupos de narcotráfico de occidente y en la actualidad es asesor del ministro Sabillón, asegura que Bonilla utilizó toda la inteligencia de lo que dispuso como jefe regional de occidente y luego como director para afianzar su alianza con los Valle.

“En coordinación con Hernández Alvarado (JOH) y otros proveía a los miembros de su organización con información sensible que facilitaba el paso de los cargamentos de cocaína, incluida información sobre operativos de interdicción aérea y marítima”, alegan al respecto los fiscales estadounidenses.

El periodista de Copán que entrevistó al Tigre Bonilla y en más de alguna ocasión habló con los hermanos Valle, Miguel Arnulfo y Luis, asegura que el jefe policial “colaboraba con los carteles. Él no capturó a los Valle mientras fue director. Montó operativos que supuestamente eran contra los Valle, pero ahora parece que eran más para elevar su perfil como luchador contra el narco. ¿Si él tenía información por qué no los capturó siendo director?”, se pregunta durante una conversación con Infobae.

Una de las mayores pruebas de lealtad a Juan Orlando Hernández, según el oficial hondureño de inteligencia policial, llegó en 2013, cuando ya el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos tenía a los Valle en la mira y el gobierno de Barack Obama presionaba en serio a JOH para que extraditara a los narcos.

A finales de aquel año, “Tony” Hernández viajó hasta El Espíritu, el pueblo de Los Valle, para advertir a quienes hasta entonces habían sido sus socios que su hermano, electo ese año presidente del país, no le quedaría más remedio que ir tras ellos. Los Valle, cuenta el periodista de Copán, entendieron aquello como una traición y decidieron eliminar a JOH. Fue el Tigre Bonilla el que, entonces, empezó a cercar al clan.

A Bonilla le tocó romper la alianza por las malas. De acuerdo con el oficial de inteligencia policial, fue a él a quien los Hernández le encomendaron terminar con Los Valle, quienes, se supone, habían empezado a urdir planes de atentar contra JOH.

La orden de Hernández, ya desde la Casa Presidencial, fue acabar con Los Valle. La DEA y el general Ramón Sabillón, quien sustituyó a Bonilla al frente de la Policía, truncaron el plan al capturar a los hermanos Miguel Arnulfo y Luis Valle en 2014 a espaldas de Hernández, lo que le costó el puesto y el exilio a Sabillón.

Al Tigre Bonilla le tocó salir por la puerta de atrás. Cercado por sospechas de que había participado en ejecuciones extrajudiciales y ya demasiado visible para los intereses del entonces presidente Hernández, Bonilla salió depurado de la Policía en 2016, pero nunca perdió la protección. Cayó poco después que JOH, el hombre al que, según la justicia estadounidense, ayudó a construir un narcoestado en Honduras.

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