No se trataba de una promesa descabellada, ni de un premio otorgado porque sí, ni un pedido de ayuda procedente de tierras lejanas.El correo electrónico que Idia Martínez recibió en estos días y que la puso al borde de revelar su contraseña bancaria a desconocidos inescrupulosos, provenía de una página que parecía muy legítima, y desde la cual le “informaban” que había un problema de seguridad con su cuenta.
Martínez se preocupó porque el mensaje tenía el logo de su banco, y unos colores y formato muy similares a la página de Internet de la institución.Por eso entró de inmediato al enlace que venía en el mensaje.Una vez allí se le pedía ingresar su contraseña.
Ya estaba a punto de hacerlo cuando salió un alerta de su computadora que le informaba que esa dirección electrónica ya antes había sido reportada como un lugar de fraude.
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