Roberto Saviano, escritor antimafia afirma que el crimen organizado mundial, desde Italia hasta Latinoamérica, registra una «tendencia real» y alarmante: la edad media de sus miembros es cada vez menor, «En muchas partes del mundo se muere como en el Medioevo, con 21 años», dice el escritor antimafia.
antilavadodedinero / EFE
«Mientras alargamos la vida del hombre de nuestro tiempo, en Egipto, Filipinas, Latinoamérica o en muchas partes de Italia se muere exactamente como en la época medieval, con 25, 28, 30 o 21 años, combatiendo», sostiene Saviano, desde años bajo protección policial por sus libros sobre la mafia, como «Gomorra» (2006).
Saviano (Nápoles, 1979) recibe a EFE entre los bastidores del teatro de la apacible ciudad italiana de Lucca (Toscana, centro-norte), adonde ha acudido para presentar en la Feria del Cómic la última entrega de sus historias en viñetas, «Le storie della Paranza».
Sus esfuerzos por desentrañar los mecanismos perversos -y humanos- del crimen le han hecho escribir auténticos éxitos de ventas, grabar premiadas películas y documentales y ahora se ha lanzado también al cómic.
Adolescencia criminal
Estas historias de la «Paranza» van precisamente de eso, de hablar de los jóvenes soldados de las mafias y el narcotráfico. Y de ahí su nombre, que alude a un plato de fritura de pescaditos típico de la gastronomía napolitana, cuna de la peligrosa Camorra.
Sus novelas gráficas, explica, reflejan «una tendencia real e internacional»: que la esperanza de vida dentro el hampa es cada vez menor, porque se toman antes las armas, también en Europa.
Son jóvenes que derraman su sangre por coches, relojes o ropas caras, por acceder a un estatus: «Están dispuestos a morir por esta riqueza y esto les hace más hambrientos y eficientes», advierte Saviano.
Esto se debe a un pliegue «hipócrita» del sistema: mientras la ley justamente persigue el dinero sucio de las mafias, «el mercado lo acoge muy bien» y permite comprar con él cualquier cosa, sostiene.
Por la legalización
Pero, ¿cómo atajar este fenómeno? Saviano cree que la legalización de las drogas ligeras, como el cannabis, sería «un primer paso necesario», pues el de todos los estupefacientes solo lo haría «una humanidad responsable» que él, a día de hoy, ni siquiera imagina.
Entretanto, los cargamentos de cocaína siguen llegando a suelo y puertos europeos desde las profundidades de América Latina, en especial Venezuela, entre otros puntos, ante la inacción de sus Gobiernos que, alega el escritor, «pueden hacer relativamente poco».
También hay que tener en cuenta la corrupción política que genera este negocio, capaz de producir «masas enormes de dinero» con los que llenar los bolsillos del funcionariado.
«Son los gobiernos del mundo los que deben encontrar un acuerdo sobre esto», máxime cuando la pandemia ha aumentado el consumo de sustancias como la heroína y cuando los cárteles mexicanos, asegura, ya compiten con las farmacias cocinando sus propios productos.
Pese a la prevención, la línea blanca del narcotráfico alcanza sin muchos problemas los grandes puertos del norte de Europa, el Mediterráneo y las costas españolas, donde, destaca Saviano, curiosamente no existe una mafia autóctona.
La particularidad española
Italia tiene a las sanguinarias ‘Ndrangueta y Cosa Nostra; Brasil, el Comando Vermelho; El Salvador, Guatemala o Nicaragua, sus temidas maras… mientras España y Argentina no tienen mafias propiamente dichas, con una estructura clara.
Esto ha rondado en la cabeza de los investigadores, que se han preguntado en los últimos años por las razones de esta particularidad: seguramente son muchas, pero la clave es que los criminales españoles simplemente trabajan para otras hampas del mundo.
Madrid y Galicia, asegura, «son las puertas para el narcotráfico a nivel europeo», mientras que Cataluña y la Costa del Sol «se han convertido en grandes agujeros negros del lavado de capitales».
«En realidad (España) está repleta de traficantes y criminales, pero no hay una mafia española. Esto es porque están al servicio de otras organizaciones, lo que ha dado la percepción a la sociedad española de estar limpia», avisa.
En esto influye el modelo de familia y el modo en que establece sus propias reglas. Porque de eso van las mafias, de organizarse según reglas estrictas que permiten su desarrollo y crecimiento, como parásitos de las sombras de la sociedad.
Las mafias italianas, por citar un ejemplo, tienen siglos de historia, datan de antes de la Unificación del propio país, en 1871, y si han sobrevivido al paso del tiempo es por su férreo código de reglas, rituales y liturgias.
Esto, alerta Saviano, no quiere decir que la sociedad española esté a salvo del crimen organizado, más bien lo contrario: la tentación es creer que los maleantes llegan de Nigeria, Georgia, Albania o Italia, lo que alimenta el discurso xenófobo de la ultraderecha.
«Olvidan que nada de esto podría suceder si no hubiera bancos intermediarios españoles», zanja el escritor.