Rodrigo Reyes: ¿Feminismo? ¿Cuál feminismo?

El camino puede estar en desarrollar un feminismo más escéptico y reevaluar cómo hombres y mujeres podemos ser humanos juntos. Cómo podemos interactuar y complementarnos virtuosamente para ser mucho más que la suma de individualidades.

En diversas columnas se ha venido discutiendo respecto de la decisión de algunas grandes empresas de eliminar sus programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por sus siglas en inglés). En efecto, de las 400 principales empresas del índice S&P 500, el 90% de las que ha presentado reportes anuales desde la elección de Trump han recortado las referencias a diversidad, equidad e inclusión y muchas las han eliminado por completo.

En los Estados Unidos la administración Trump ha sido clara en comprometerse a poner fin a los DEI en todo el gobierno federal y en las universidades financiadas por el Estado, cerrando, incluso, la Oficina de Diversidad e Inclusión.

La agenda progresista ha sufrido un golpe relevante y, más allá del lugar común que se ha escuchado respecto de que las organizaciones deben seguir su propósito, comportarse como buenos ciudadanos corporativos y comportarse correctamente, me gustaría hacer frente a las críticas que han surgido a estos programas DEI en la práctica, en especial a políticas relacionadas con cierto feminismo que, estimo, ha venido a perjudicar un propósito estimable: igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

Resulta evidente que el apoyo a los derechos de las mujeres se ha venido reduciendo el último tiempo.

De hecho, un reciente estudio efectuado en 30 países por IPSOS en colaboración con el Instituto Global para el Liderazgo de las Mujeres del King’s College de Londres , con motivo del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo de 2025), muestra que, si bien las tendencias a largo plazo muestran algunos cambios de actitud positivos, siguen existiendo brechas significativas, en particular entre las generaciones más jóvenes.

Alrededor de la mitad (51%) de las personas perciben que hay tensión entre hombres y mujeres en su país hoy en día. Esto se debe a los grupos de edad más jóvenes, ya que la Generación Z es significativamente más propensa a decir esto (59%) que los Baby Boomers (40%).

Entre los menores de 30 años (la denominada generación Z), un 57% de los hombres piensa que el feminismo ha llegado demasiado lejos, de forma tal que los hombres sufrirían ahora discriminación. El fenómeno puede resumirse como sigue: tenemos hombres jóvenes cada vez más conservadores y mujeres jóvenes cada vez más progresistas.

¿Por qué ha venido pasando esto? De alguna manera, cierto feminismo se ha manifestado situando a los hombres como enemigos. De esta forma, en ciertos grupos de mujeres se desprecia todo lo que huela a masculinidad. Algo de eso se asoma en la excelente serie de Netflix: “Adolescencia”. Mujeres haciendo bulling de manera subrepticia a través de códigos alojados en el lenguaje de emojis que ignoran los adultos, pero que descifran muy bien los adolescentes; y hombres que resienten este discurso de la “igualdad” que arruina sus vidas. Violencia de ida, violencia de vuelta.

¿Cuál es la solución?

Algunas pensadoras feministas han señalado que debe optarse por una mayor reconocimiento de los problemas que enfrentan niños y hombres, desde bajo rendimiento educativo hasta terribles tasas de falta de vivienda, suicidio y soledad.

La igualdad de género no puede verse como un juego de suma cero en que las mujeres ganan a expensas de los hombres. Este tipo de feminismo es combustible para la radicalización y solo traerá conflicto.

Mary Harrington, la famosa columnista británica autora del libro “Feminismo contra el progreso” ha señalado que nos hemos cegado frente a los costos de un feminismo individualista y un mercado deshumanizador.

Esto pasa por reconocer que las mujeres tienen intereses que a menudo coinciden con los de los hombres, pero no siempre.

El camino puede estar en desarrollar un feminismo más escéptico y reevaluar cómo hombres y mujeres podemos ser humanos juntos. Cómo podemos interactuar y complementarnos virtuosamente para ser mucho más que la suma de individualidades.

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