El número de pistas de aterrizaje ilegales destruidas y el volumen de cocaína incautada este año en Honduras superarán las cifras de 2019, lo que indica que las rutas aéreas para el tráfico de cocaína en la región continúan bastante activas.
Antilavadodedinero / Insightcrime
El 28 de septiembre, según el medio hondureño Proceso Digital, las fuerzas armadas de Honduras utilizaron explosivos para destruir una pista de aterrizaje ilegal utilizada para el narcotráfico en Brus Laguna, municipio del departamento de Gracias a Dios.
Esta es la 31ª pista de aterrizaje ilegal que se destruye este año en Honduras, donde probablemente se descubrirán más pistas de aterrizaje que en todo 2019, año en que se destruyeron 36. Las 31 pistas de aterrizaje de este año fueron descubiertas en las selvas de La Mosquitia, en la costa caribeña de Honduras. En 2019, la gran mayoría de las pistas de aterrizaje fueron encontradas en la misma región de Gracias a Dios.
Las incautaciones de cocaína también están aumentando, pues los 2.218 kilogramos incautados en 2019 ya son superados por los 2.830 kilogramos interceptados en lo que va corrido de este año.
En Guatemala también ha aumentado el número de pistas de aterrizaje clandestinas. Este año, las autoridades han desmantelado 15, una menos que las que se destruyeron en todo 2019. Además, las autoridades han detenido 20 narcovuelos este año, según cifras de la policía guatemalteca enviadas a InSight Crime, aunque es poco probable que el número supere el récord de 40 aeronaves confiscadas en 2019.
Las mismas cifras de la policía guatemalteca indican que los traficantes están utilizando naves más sofisticadas en las operaciones de tráfico aéreo. Según el organismo policial, 15 de los 20 aviones confiscados este año eran jets, los cuales vuelan más rápido que los aparatos de hélice utilizados normalmente, mientras que los jets representaron solo 9 de los 40 aviones detenidos en 2019.
Un jet puede además transportar más cocaína: entre 3 y 5 toneladas. Como resultado, la cantidad de drogas incautadas al contrabando aéreo ha aumentado. En los 20 aviones detenidos este año, las autoridades guatemaltecas incautaron 7 toneladas de cocaína, mientras que en las 40 aeronaves detenidas en 2019 se encontraron en total 5 toneladas de cocaína, según los documentos a los que InSight Crime tuvo acceso.
El creciente tráfico aéreo en Guatemala y Honduras deja en evidencia una tendencia paralela: la reactivación de las rutas terrestres centroamericanas por las que luego se transporta la cocaína.
Los narcovuelos que llegan a Honduras abastecen en parte las rutas terrestres hacia Guatemala, país con el que comparte una frontera de 244 kilómetros. Guatemala ha sido durante mucho tiempo la joya de la corona en la red de narcotráfico centroamericana, dado que limita con México y tiene acceso a las costas del Caribe y el Pacífico. Las rutas marítimas, particularmente a lo largo del Pacífico, también permiten el paso de cocaína por tierra de Guatemala a México.
El incremento en el tráfico aéreo es quizá resultado del histórico aumento en la producción de cocaína en Colombia y del creciente uso de Venezuela como trampolín para los países centroamericanos.
Honduras es importante en este contexto por varias razones, como el hecho de que el cuatro por ciento de los cargamentos de cocaína que llegaron a Estados Unidos en 2019 pasaron inicialmente por aire o mar en el país, según el Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Estupefacientes de 2020, del Departamento de Estado de Estados Unidos. Además, la mayor parte de esa cocaína viaja desde Honduras por tierra hasta Guatemala, desde donde continúa su viaje hacia el norte.
Es probable que la cantidad de cocaína que pasa por los cielos de Honduras esté aumentando. En 2015, las autoridades hondureñas afirmaron que el tráfico aéreo de drogas había disminuido drásticamente debido a que se habían mejorado las capacidades de interceptación, pero las nuevas cifras indican que el tráfico aéreo ha vuelto a despegar.
Las densas selvas de Petén en Guatemala y Gracias a Dios les proporcionan a los traficantes lugares de aterrizaje remotos de difícil acceso. Incluso, cuando los narcoaviones son detectados, suelen ser abandonados y quemados antes de que las autoridades puedan llegar.