Si se suponía que la desaparición del secreto bancario suizo eliminaría el dinero sucio del sistema, algo parece estar fallando. Las advertencias contra los bancos continúan acumulándose, y lo peor es la acusación de que Suiza carece de una voluntad política real para abordar el lavado de dinero.
Antilavadodedinero / swissinfo.ch
Fiscales en Suiza y en el extranjero investigan los vínculos bancarios suizos con una serie de presuntos delitos de lavado de dinero y evasión de impuestos desde Europa hasta América del Sur, Asia, Oriente Medio y África (véase el recuadro).
Los informes de transacciones sospechosas recientemente descubiertos, hechos a la Red de Ejecución de Delitos Financieros de Estados Unidos (FinCEN), muestran que los bancos suizos mueven miles de millones de dólares en todo el mundo.
Recientes casos de dinero sucio
La evidencia parece burlarse de la declaración de la Asociación de Banqueros Suizos: “Para los bancos suizos, está claro que un centro financiero limpio es clave para ser competitivo. Suiza y sus bancos no tienen ningún interés en el dinero de los delincuentes”.
No se puede culpar a Suiza por todo el dinero sucio que circula por el mundo. Los archivos de FinCEN también incluyen a HSBC, Deutsche Bank, Barclays, JP Morgan, Standard Chartered y Arab Bank, entre otros.
Y tampoco todos los clientes que depositan dinero en Suiza son oligarcas o dictadores corruptos. Al abolir la distinción jurídica entre la evasión y el fraude fiscal, y al suscribir numerosos tratados de intercambio automático de información fiscal, se puede decir que Suiza está haciendo su parte para combatir la corrupción financiera.
Su regulador financiero y el fiscal del Estado adoptan medidas contra algunos delincuentes. Y el volumen de informes de transacciones sospechosas presentados voluntariamente por los bancos hubiera sido impensable hace una década.
Frustraciones
Pero eso no es suficiente, argumentan los críticos. Suiza es el centro de riqueza extraterritorial más grande del mundo, y gestiona el 27% de todos los activos transfronterizos: unos 2,3 billones de francos (2,5 billones de dólares) de particulares y familias extranjeras a finales de 2018.
En junio, Daniel Thelesklaf renunció abruptamente como jefe de la oficina de lucha contra el blanqueo de dinero de Suiza, solo unos meses después de su segundo período en el cargo. Una entrevista reciente con el periódico Tages-Anzeiger reveló sus frustraciones.
“Cuando se trata de lavado de dinero, Suiza solo implementa los estándares mínimos obligatorios debido a la presión del exterior”, dijo. “La lucha eficaz contra el blanqueo de capitales tiene una importancia secundaria. Concluí que no se puede llegar a ninguna parte”.
Progreso lento
Martin Hilti, director general de Transparencia Internacional Suiza, dijo a la emisora pública suiza SRF que el centro financiero suizo, a pesar de su importancia global, solo ocupa una posición intermedia en la medición de los esfuerzos de los países para combatir el lavado de dinero.
Su principal queja es que el Parlamento suizo está haciendo todo lo posible para frenar los cambios de ley propuestos que harían que los abogados fueran más responsables en informar sobre clientes y flujos financieros sospechosos.
Hasta ahora, los parlamentarios también se han negado a arrojar una luz más brillante sobre los pagos en efectivo por metales y piedras preciosas. Ambas cámaras han dado la espalda a las propuestas del Ministerio de Finanzas en los debates preliminares.
El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), un organismo mundial de control del lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo, está de acuerdo con Hilti. Una evaluación de Suiza en 2016 reconoció que se había avanzado mucho en la lucha contra el blanqueo de capitales, pero tenía reservas sobre otras áreas, que incluían la contratación de abogados para la creación de sociedades ficticias extraterritoriales.
Una evaluación provisional en enero de 2020 dijo que el progreso en los puntos débiles había sido demasiado lento para la satisfacción del GAFI. El problema de Suiza es que su calificación podría pasar de «logrado bastante, pero podría hacerlo mejor» a algo mucho peor.