Cuando Afsar Miae dejó su hogar cerca de Teknaf en el sur de Bangladesh para buscar trabajo se despidió de su madre con un «Te veré pronto». Le dijo que pensaba regresar esa noche, pero nunca lo hizo.En el momento en que se presentó a trabajar en una casa en las afueras de Teknaf, un hombre le ofreció agua para beber. Poco después, le pesaban los párpados y la cabeza le daba vueltas.Al despertarse, todo estaba oscuro. Había perdido la noción del tiempo. Dos hombres bangladesíes lo obligaron entonces, junto a otros siete, a subir a un bote pequeño y los ataron.»Mis manos estaban atadas. Me habían vendado los ojos», dijo Miae, de 20 años.El bote navegó durante la noche hasta que llegó a un barco más grande anclado mar adentro. A Miae lo arrojaron guardias armados en la oscuridad. Él y los otros cautivos sobrevivieron con sobras de comida y agua sucia, algunos de ellos durante semanas.Finalmente el barco partió hacia Tailandia, donde, como Reuters informó el año pasado, las bandas de tráfico de personas mantienen a miles de personas en brutales campos de prisioneros en la selva hasta que sus familiares pagan rescates para asegurar su liberación.Los testimonios de sobrevivientes bangladesíes y rohingya evidencian un cambio en las tácticas en las rutas más transitadas de Asia para el tráfico de personas.En el pasado, las pruebas demostraron que la mayoría de las personas abordaba los barcos de contrabando voluntariamente. Ahora, la gente es secuestrada o engañada y luego llevada a barcos anclados en aguas internacionales apenas rebasada la frontera marítima de Bangladesh.No está claro exactamente cuántas personas son coaccionadas para subir a los botes. Pero siete hombres entrevistados por Reuters que dijeron que fueron llevados a la fuerza, señalaron haber estado cautivos hasta que las embarcaciones se llenaron con cientos de personas en lo que de hecho son barcos-cárcel flotantes.Dos de los hombres fueron llevados a campos de tráfico de personas en Tailandia.»COMIENDO HOJAS»Las experiencias de estos hombres recuerdan el comercio transatlántico de esclavos de siglos atrás. Miae y otros cuatro hombres estaban en el mismo barco, en una oscuridad total y regularmente azotados por los guardias.Dos hombres de otro barco dijeron que tenían que estar en cuclillas y que la escotilla se abría solo para arrojar cadáveres.Miae y otros 80 hombres fueron abandonados, con hambre y deshidratados, en una remota isla por sus captores, que al parecer huyeron por temor a que su operación hubiera sido descubierta, según dos oficiales tailandeses involucrados en el rescate de los hombres en Phang Nga, ubicada al norte de la popular isla turística de Phuket.»Su condición era algo que iba más allá de lo que una persona debe pasar», dijo Jadsada Thitimuta, un oficial Phang Nga. «Algunos estaban enfermos y muchos parecían esqueletos. Estaban comiendo hojas», agregó.Más de 130 presuntas víctimas de tráfico humano, en su mayoría bangladesíes pero también musulmanes rohingya del oeste de Myanmar, fueron halladas en Phang Nga desde el 11 de octubre, según el Ministerio de Desarrollo Social y Seguridad Humana de Tailandia.Prayoon Rattanasenee, el gobernador de la provincia de Phang Nga, dijo que las entrevistas realizadas por la policía, grupos de derechos humanos y su propia gente revelaron que las víctimas fueron «llevadas a la fuerza». «Muchos fueron drogados pero no sabemos el número exacto», comentó a Reuters.La evidencia indica que varios de estos buques parecen ser originarios de Tailandia. Los hombres secuestrados recuerdan barcos con banderas tailandesas o tripulación que hablaba tailandés.En junio, seis personas murieron y decenas resultaron heridas cuando estalló un motín en aguas de Bangladesh en lo que el servicio de guardacostas local describió como un «barco de pesca tailandés» que traficaba cientos de hombres a Tailandia.El servicio de Guardacostas de Bangladesh dijo a Reuters que sabía sobre los barcos merodeando apenas en el límite de las aguas territoriales. Interceptarlos no es fácil, dijo el teniente comandante M. Ashiqe Mahmud.»Por la noche entran en nuestras aguas, capturan gente y cruzan la frontera de nuevo», dijo. «Es muy difícil identificar esos barcos en el mar», agregó.Ashiqe relató que los guardacostas estaban interceptando pequeños botes que llevaban alimento a los barcos grandes.La agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, dijo en un informe de agosto que en la primera mitad del año, las autoridades bangladesíes arrestaron «a más de 700 personas (incluyendo traficantes y tripulación) que intentan partir de forma irregular por mar desde Bangladesh».La Armada Real Tailandesa, que patrulla la costa con la División Marítima Policial, también dijo que sabía que las personas eran retenidas como prisioneros en los barcos mar adentro.»La verdad es que usan barcos pesqueros para trasladar a la gente y el fondo del barco es como una habitación para poner a las personas, pero parece un barco pesquero comercial», dijo el portavoz y contraalmirante Kan Deeubol.El barco en el que estuvo capturado Miae se hizo a la mar con su carga humana hacia Tailandia cuatro días después de que fuera llevado a bordo. Otros entrevistados por Reuters dijeron que pasaron hasta seis semanas en la bodega del barco anclado en la Bahía de Bengala. A bordo había 14 guardias armados, dijo Miae.Los hombres se vieron obligados a estar en cuclillas durante gran parte del viaje y a veces les ataban las manos y los pies con ropa o tela. Los guardias los golpeaban rutinariamente con palos o los azotaban con correas de goma.La comida consistía en un puñado de arroz por día o nada. La escasa agua que recibían estaba contaminada con agua de mar. «La probábamos en la mano y era salada», dijo Muhammed Ariful Islam, de 22 años, un bangladesí vendedor de fruta que estaba en el mismo barco que Miae.UNA NUEVA ARMALas autoridades tailandesas dicen que la existencia de los barcos en los que se mantiene cautivas a las personas es una consecuencia de los mayores esfuerzos por combatir el tráfico humano.Las operaciones policiales han llevado al rescate de 200 a 300 víctimas de tráfico en los últimos seis meses, dijo el mayor general Thatchai Pitaneelaboot, a cargo de las operaciones antitráfico de la policía de inmigración del sur de Tailandia.»Los traficantes se han vuelto más sofisticados y cautos, en parte debido a la política del Gobierno tailandés en su contra», afirmó.El Gobierno militar del país dice que está aumentando su cooperación con la vecina Malasia y ha registrado más de un millón de trabajadores ilegales para evitar que sean presa de los traficantes. «Ese es un gran paso», dijo Sek Wannamethee, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores.Grupos de derechos humanos dicen que el creciente uso de la fuerza se debe a que el tráfico es cada vez más lucrativo y no a las medidas tomadas por Tailandia.La competencia entre un creciente número de contrabandistas explica por qué recurren a los secuestros, dijo Chris Lewa del Proyecto Arakan, un grupo activista rohingya. «Siempre hay de cinco a ocho barcos esperando en la Bahía de Bengala. Y los intermediarios están desesperados por llenarlos», agregó.Matthew Smith, el director ejecutivo de Fortify Rights, una organización que documenta violaciones a los derechos humanos en el sureste de Asia, dijo que el tamaño de los barcos usados por los traficantes aumentó pues el negocio prospera y pueden operar con impunidad casi total.ROL DE TAILANDIALos hombres y mujeres a bordo de los barcos-cárcel que llegan a Tailandia son vendidos por 200 dólares cada uno a pandillas de traficantes, según uno de los dos hombres rohingya entrevistados por Reuters que recientemente escaparon de los campos de prisioneros.Un contrabandista de personas, residente rohingya en Tailandia desde hace mucho tiempo y que habló bajo condición de anonimato, estimó que había hasta unos ocho extensos campos de prisioneros con hasta 2.000 a 3.000 personas.Los dos hombres que escaparon describieron la brutalidad en los campos. Uno de ellos dijo a Reuters que vio cómo los guardias violaron en grupo a una mujer.El mayor general Thatchai describió una vasta y compleja red de tráfico en la que bangladesíes y rohingya secuestran y venden a su propia gente con ayuda de ciudadanos de Tailandia, Myanmar, Malasia y Pakistán. «Es un crimen transnacional», afirmó Thatchai.La agencia de Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, confirmó la existencia de «grandes barcos pesqueros o de carga», que transportan hasta 700 pasajeros a través de la Bahía de Bengala hacia Tailandia, un viaje de cinco o seis días.Kan, de la Armada tailandesa, dijo que la mayoría de los barcos y tripulaciones eran de Tailandia y que las patrullas contra los traficantes han aumentado en las aguas territoriales del país. Pero agregó que los barcos más grandes operaban más allá de la frontera marítima, en aguas internacionales, por lo que la Armada no podía hace nada contra ellos.Sin embargo, bajo la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CDM), que Tailandia firmó, cada país «debe tomar las medidas necesarias para evitar y castigar el transporte de esclavos en barcos autorizados a usar su bandera».La Armada no respondió a consultas sobre por qué no estaba actuando contra barcos usados por los traficantes con la bandera tailandesa fuera de sus aguas territoriales.Entrevistas con dos rohingya, que a principios de octubre escaparon de un campo tailandés, corroboraron los testimonios de las víctimas de Phang Nga. Y también insinuaron que los barcos de esclavos han estado operando desde hace tiempo.Mohamad Nobir Noor, de 27 años, dijo que vivía en un asentamiento rohingya en Bangladesh, cerca de la frontera con Myanmar, cuando fue secuestrado. Una tarde de septiembre, hombres con cuchillos y palos lo obligaron a subir a un pequeño bote que navegó toda la noche para llegar hasta un barco grande amarrado mar adentro.Al final había unas 550 personas, estimó Noor.Eran vigilados por 11 hombres armados, dijo. La mayoría hablaba tailandés pero uno era rakhine, el grupo étnico budista mayoritario en el estado del mismo nombre, donde la violencia interna ha causado cientos de muertos desde 2012 y dejado a 140.000 personas sin hogar, en su mayor parte rohingya.El agua potable era tan escasa que Noor dijo bebió su propia orina para sobrevivir. Cuando alguien moría, se le permitía a un pequeño grupo de hombres llevar el cuerpo a cubierta. Se rezaba una rápida oración y el cadáver era arrojado al agua.ESCAPE Y MOTÍNUna vez, Noor intentó escapar saltando por la borda durante una ida al baño. Pero los guardias lo atraparon y le aplicaron choques eléctricos con cables fijados en el generador del barco, dijo.Usualmente, la mayoría de los pasajeros estaba demasiado débil o aterrorizado para enfrentarse a los guardias. Pero, en al menos una ocasión, la desesperación le ganó al miedo.En la mañana del 11 de junio, la Guardia Costera bangladesí llegó a la costa de la isla San Martín, en aguas bangladesíes, para registrar los sangrientos sucesos tras un incendio en altamar que siguió a un motín a bordo de un barco tailandés usado para el tráfico.Desesperados por comida y agua, los pasajeros superaron a la tripulación. Pero otro barco traficante llegó rápidamente al lugar y su tripulación abrió fuego contra los amotinados, dijo el teniente comandante Mahmud de la guardia costera.Seis personas murieron y 30 resultaron heridos de bala. Entre los heridos había «dos miembros tailandeses de la tripulación y un traficante de Myanmar», según un comunicado de la Guardia Costera de Bangladesh.Un récord de 40.000 rohingya pasaron por los campos tailandeses en 2013, dijo Lewa del Proyecto Arakan. Son mantenidos en cautiverio hasta que sus familiares pagan el rescate a los traficantes, que los liberan en la frontera con Malasia, agregó.A principios del 2014, no sólo rohingyas sino también personas de otras nacionalidades se encontraban en los campos de los traficantes. En una serie de redadas este año la policía tailandesa halló a cientos de bangladesíes, así como musulmanes uigures de la provincia china de Xinjiang. Reuters
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