Castellar de la Frontera es un pequeño pueblo del Campo de Gibraltar, en Cádiz, de poco más de 3.000 habitantes y famoso por una amplia fortaleza que se remonta al siglo XIII. Tras catorce meses de pesquisas la policía ha revelado sin embargo otra actividad de la villa, mucho menos conocida, lícita y generalizada: acogía un auténtico centro logístico y tecnológico del crimen europeo.
Antilavadodedinero / Xataca
Los datos los acaba de desgranar la Policía Nacional y demuestran hasta qué punto el talento gaditano ha llegado a brillar en los últimos años entre los narcotraficantes del continente.
La organización, ya desmantelada, se dedicaba básicamente a fabricar y adaptar de manera artesanal artefactos en los que mover droga esquivando el control de los agentes. Y lo de artesanal es una etiqueta que describe más el modo de trabajo que el resultado, digno de un polo tecnológico.
Entre los aparatos requisados por la Policía Nacional hay tres pequeños drones submarinos preparados para mover una carga de entre 150 y 200 kilos de drogas con una autonomía de 50 kilómetros, más que suficiente para atravesar con comodidad el Estrecho de Gibraltar.
Tecnología al servicio del crimen
Para que su manejo resultase más seguro, las naves podían manejarse además sin tripulación. Solo exigían el uso de una tablet y app que permiten vigilarlos a distancia, guiados por GPS.
“Una persona en su vivienda podía controlar la ubicación y el lugar de atraque”, explicó Juan Antonio Sillero, jefe de la Unión de Droga y Crimen organizado (Udyco) de Algeciras durante un acto en el que el organismo sacó pecho por la operación y mostró los peculiares semisumergibles.
De los tres drones submarinos que la organización gaditana estaba fabricando, dos todavía estaban en proceso; al tercero, con destino Francia, le quedaban solo lo ajustes finales.
RTVE precisa que para darles forma la banda, en la que había un padre e hijo, uno de ellos con conocimientos sobre el manejo de helicópteros, combinaban el arte tradicional con la tecnología más sofisticada. En la estructura usaban por ejemplo una quilla y estructura de cuadernas y refuerzos con paneles de contrachapado y fibra de vidrio. Cada dron iba provisto de dos potentes motores.
Los semisumergibles son lo más llamativo del arsenal de la banda, no lo único. Los agentes se hicieron con 14 kilos de hachís, ocho de marihuana, más de 157.300 euros en efectivo y seis drones aéreos de gran tamaño. Además de los minisubmarinos, la organización también suministraría potentes drones equipados con 12 motores con los que lograban una autonomía de 30 km.
“Por primera vez hemos dado con una organización que realizaba todas las fases de fabricación de estos vehículos no tripulados”, destaca el mando de la Udyco: “No toda la gente está capacitada para hacer algo tan sofisticado […]. Es un paso más allá en el tráfico de estupefacientes”
Tampoco todo era alta tecnología. La policía cree que la banda se encargaba también al caleteo, la fabricación de falsos fondos en coches, furgonetas, remolques o incluso tablas de surf, espacios ocultos en los que poder eludir el control de las autoridades y ocultar la droga.
La policía tiene constancia de que han trucado 13 vehículos, abriendo huecos en los que podían llegar a esconder hasta 800 kilos de carga. Una de esas creaciones se destapó en plena ruta con destino Dinamarca, hacia donde viajaba con 218 tabletas de hachís en el interior.
Prueba de que las cosas no les iba mal es que —detalla El País— por las naves de Castellar desfilaban “multitud de visitas” de mafias de Italia, Dinamarca o Francia.
“Tenían un renombre especial”, destaca Sillero.
Los agentes empezaron a seguirles la pista hace más de un año, en abril de 2021, y sus pesquisas se han saldado con ocho detenidos: cinco en Cádiz, donde residen el padre e hijo, uno en Ceuta y dos en Málaga.
El submarino en el que trabajaban ya tenía destinatario: unos narcos galos que, asegura el delegado del Gobierno, querían usarla para transportar cocaína.