El mercado negro de productos ilegales derivados de la fauna y la flora silvestres está valorado en 20.000 millones de dólares al año.
El listado de delitos existentes es amplio y conocido: delitos contra la persona, contra el patrimonio, contra la libertad, contra el honor o económicos, entre otros. Pero también existen aquellos que atañen a los ecosistemas y las especies no humanas como entidades vivas con derechos e intereses. Estos son los delitos contra el medioambiente, y este es el ámbito de investigación de la criminología verde. «Su objetivo es el estudio de los daños y delitos contra el medioambiente en un sentido amplio, incluido el estudio de la ley y la política ambiental, de los delitos corporativos contra el medioambiente y de la justicia ambiental desde una perspectiva criminológica«, explica Antonia Linde, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y organizadora de la XII Jornada de Criminología , que precisamente ha hablado sobre criminología verde. Así, esta rama de la criminología, nacida hace más de tres décadas, muestra interés por «explorar y explicar las formas en que los humanos dañamos el ecosistema, examinando las causas de los delitos, su impacto y los daños ecológicos», añade. La investigación verde explora el crimen, la victimización y la justicia desde diversas posiciones teóricas que reconocen a estas víctimas.
Entre los crímenes contra el medioambiente se incluyen los delitos de comercio ilegal de fauna y flora silvestres, la tala y la pesca ilegales, la caza furtiva, el tráfico de especies protegidas o la destrucción de hábitats naturales, entre otros. Según la Interpol, solo el mercado negro de productos ilegales derivados de la fauna y la flora silvestres está valorado en 20.000 millones de dólares al año. La caza furtiva y el comercio ilegal contra la vida silvestre se han convertido en uno de los principales ámbitos de actividad de los grupos de delincuencia organizada y están cada vez más vinculados a la violencia armada, la corrupción y otras formas de delincuencia organizada. En esta línea, Linde afirma que «el aumento de los índices de tráfico de especies y la continuidad en la práctica de la caza furtiva exigen medidas concretas de protección y han llamado la atención de los criminólogos verdes en los últimos años».
«En otros ámbitos como la agricultura, la criminología verde se cuestiona el modo en que los alimentos son cultivados, manufacturados, procesados, comercializados y vendidos, y se hace eco de los delitos que conllevan, como el fraude en alimentos, la intoxicación alimentaria, el comercio ilegal, la explotación laboral, ciertos delitos financieros y la destrucción de sistemas ecológicos y espacios de cultivo», explica Linde. O, por ejemplo, el tratamiento de residuos o las cuestiones vinculadas al maltrato animal.
Aunque sus orígenes no son nuevos, sorprende que una rama de la criminología explore y explique las formas en que los humanos dañamos el ecosistema. «La criminología verde empezó a interesar a la comunidad científica hace casi treinta años; surgió de la necesidad de estudiar empíricamente las actividades ilegales que proliferan en relación con el medioambiente ampliamente concebido y la reacción social frente a estas. Los primeros estudios se centraron en la cuestión de los pueblos indígenas, la afectación de las especies y la injusticia ambiental. Más tarde, adquirió un carácter global y pasó a ser objeto de interés por parte de numerosos investigadores de todo el mundo, desde muy diversas perspectivas y problemáticas», detalla Linde.
Hoy en día, con una sociedad cada vez más preocupada por el medioambiente y el cambio climático, esta rama de la criminología parece tener una sólida trayectoria. «Sin duda, esta creciente conciencia ambiental se trasluce en un incremento también del interés de los criminólogos por estudiar los fenómenos relacionados con el impacto de la acción humana sobre el medioambiente, lo que ha dado lugar a un cuerpo importante de investigaciones y publicaciones científicas en la última década», explica.
En los últimos años, la criminología verde ha incrementado su actividad de investigación y ha ampliado sus objetivos de estudio. «La búsqueda de nuevas formas de prevención en materia de daño ambiental ha provocado que los criminólogos extiendan las bases relativas al estudio del delincuente y al tratamiento de las víctimas en el territorio ambiental», añade Linde.
Una jornada de criminología muy «verde»
Este año, la XII Jornada de Criminologíaha tratado, precisamente, sobre la criminología verde. La jornada fue un encuentro entre investigadores, profesionales y colectivos interesados en la materia. La ponencia principal corrió a cargo de Tanya Wyatt, profesora de la Universidad de Northumbria, en Inglaterra, que realizará un análisis global de los delitos que afectan el medioambiente.
En la jornada se sucedieron disintas mesas redondas, con expertos en la materia. Por un lado, se abordó «El daño ambiental ‘legalizado’ por actividades de la propia Administración: impacto de la desalinización sobre ecosistemas marinos en el Mediterráneo», a cargo de Esteban Morelle Hungría, profesor de Criminología y Derecho Penal de la Universitat Jaume I. Le siguió el estudio de un caso de vertido ilegal de residuos sólidos, a cargo de Lorena Arenas García, profesora de Criminología de la Universidad de Extremadura.
La profesora e investigadora del Instituto de Criminología de la Universidad de Málaga, Fátima Pérez Jiménez, abordó «Las sanciones en materia medioambiental: entre el cumplimiento normativo y la generación de (más) daño social». Seguidamente, la mesa trató la cuestión de la anguila europea y los mecanismos de control ante el tráfico y el comercio de esta especie, y, finalmente, Núria Querol Viñas, profesora e investigadora del Grupo de Perfilación y Análisis de la Conducta Criminal de la Universitat de Barcelona habló sobre «Violencia contra los animales, crimen organizado y actividades terroristas: una mirada desde la green criminology«.