Nigeria es el gigante más temido de África Subsahariana, por sus índices macroeconómicos, por sus ingentes recursos naturales y por sus estimaciones demográficas; pero también por la enorme pobreza que sufre su población, por la corrupción endémica y por una expansión inigualable e imparable de la criminalidad organizada, el terrorismo y las actividades delictivas.
En este contexto, la trata de personas se ha convertido en uno de los tres negocios criminales más extendidos y lucrativos en el país, junto con el ciberfraude y el tráfico de drogas. Nigeria figura habitualmente como uno de los países con mayor número de víctimas de trata en el extranjero, aunque más de la mitad de estas son vendidas y explotadas en el interior del país. Hasta hace relativamente poco tiempo, era una realidad muy focalizada en algunas zonas; pero, en la actualidad, la venta de niñas y mujeres con fines de esclavitud sexual se extiende por todos los estados nacionales, lo que pone de manifiesto la insuficiencia de las medidas tomadas para frenar este problema, y para atender y proteger a las víctimas por parte de las autoridades nigerianas, de los países receptores y de la comunidad internacional.
Panorama general de la trata desde Nigeria
La esclavitud en África Occidental y, en concreto, en Nigeria, existe desde mucho antes de la llegada del hombre blanco y continúa muy presente en nuestros días. Está totalmente integrada en una parte importante de la sociedad y, en muchas culturas persisten las divisiones sociales en castas. Tal es el caso de los igbos, los fulani o los hausas, que son algunos de los grupos étnicos con mayor presencia poblacional dentro de los más de 500 existentes en este país del golfo de Guinea.
«Un esclavo que mira mientras su compañero, también esclavo, es atado y arrojado a la tumba, debe darse cuenta de que su turno podría llegar algún día»1.
Nigeria figura como uno de los países con mayor número de víctimas de trata en el extranjero, con víctimas identificadas en 34 países de cuatro continentes2. El Global Slavery Index3 estima que casi 1,4 millones de nigerianos viven en condiciones de esclavitud en todo el mundo, con una prevalencia estimada de 7,7 víctimas por cada
1.000 habitantes. Según este informe, Nigeria y República Democrática del Congo suman el mayor número de esclavos de África Subsahariana dentro y fuera del continente, y la mayoría de ellos son mujeres y niñas dedicadas a la esclavitud doméstica y/o la esclavitud sexual.
Durante muchos años, los estados de Delta y Edo —concretamente la ciudad de Benín City— han sido el epicentro de la trata transnacional de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Hoy en día, todos los actores que intervienen en el sistema de protección de víctimas coinciden en que la trata es una realidad habitual y creciente en todos los estados del país.
Desde el norte, donde hay una mayoría de población musulmana, mujeres y niñas son principalmente vendidas como esclavas en países como Dubái, Catar, Kuwait, Omán, Arabia Saudí, Irán, Líbano, India o Malasia. En cuanto al resto del país, y especialmente desde los estados del suroeste nigeriano, los principales destinos son otros países africanos, Europa e, incluso, Estados Unidos4.
En este contexto, las mujeres y niñas nigerianas constituyen el mayor grupo de nacionales de terceros países víctimas de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual en la Unión Europea. Además, se calcula que aproximadamente el 80 % de las mujeres y niñas nigerianas que llegan a Europa son víctimas potenciales de la trata con fines de explotación sexual5. Sin embargo, según la secretaria ejecutiva de la Fuerza Conjunta de Edo: «… a Europa solo llegan un 10 % de las víctimas que salen de Nigeria»6.
Una cuestión ligada al crimen organizado
Los grupos criminales nigerianos figuran entre los más agresivos y expansionistas a escala internacional. Operan en más de 80 países del mundo, y sus principales y más lucrativas actividades son, entre otras, la trata de seres humanos, el tráfico de drogas, la mendicidad forzosa, el tráfico de órganos y partes del cuerpo, el secuestro o el ciberfraude.
Estos grupos tienen su origen en las principales universidades nigerianas de los estados de Edo, Delta, Ibadan y Enugu. A pesar de su deriva delictiva actual, cuando se constituyeron a partir de los años 50 del pasado siglo, eran hermandades que perseguían nobles ideales como la defensa de los derechos humanos, combatir los más graves desafíos sociales o la expansión del panafricanismo.
Sin embargo, muchos de estos grupos fueron degenerando a la par que lo hacía la sociedad nigeriana, hasta que estos «cultos» —como se llaman en Nigeria— se convirtieron en unas de las estructuras criminales más peligrosas del mundo.
Aunque poco éxito y empeño, el Gobierno nigeriano prohibió los «cultos» con la Ley sobre la prohibición de los cultos secretos y actividades similares del año 2004, lo que obligó a algunos de ellos a cambiar de nombre y utilizar otras estructuras jurídicas. Así, y entre otros ejemplos, los Maphites se convirtieron en Green Circuit Association, Neo Black Movement es sospechoso de ser la cobertura legal de Black Axe y Jurist es ahora el Patriotic Lords Iniciative for Justice.
Algunos de estos grupos tienen una estructura similar a la Ndrangheta italiana, basada en el poder de algunas familias organizadas en una cadena de mando de corte militar. Es el caso de los Maphites, según concluye la Dirección de Investigación Antimafia italiana. Otras tienen una estructura más descentralizada, como los Black Axe, que conforman una «especie de federación de criminales que facilita la relación entre ellos»7.
Además, cada grupo tiene sus insignias, colores y símbolos identitarios; y la asociación a cada uno de ellos es de tipo sectario. Tienen una ritualidad elaborada y prestan
— según el grupo— distintos tipos de juramentos vinculados o no a deidades, que producen un efecto similar al que realizan obligadas las mujeres antes de iniciar su viaje: ante todo, generar miedo a la traición.
Son estructuras que permean de arriba hacia abajo en toda la sociedad nigeriana, convirtiendo así a las principales instituciones públicas y privadas del país en redes masivas de clientelismo al servicio de entidades criminales, que se estima que cuentan con más de un millón de miembros en todo el país8.
«La burguesía cultista se encarga de negociar puestos estratégicos en el Gobierno para sus miembros más destacados, de movilizar las tropas al servicio de los candidatos»9.
La captación se produce en los colegios o en las propias calles. Muchos niños, al igual que los adultos, no se atreven a negarse por miedo a las consecuencias, y son entrenados desde edades muy tempranas, conformando gangs delictivas.
Estamos hablando de entidades estructuradas en varios niveles de importancia. En la cúspide, están las personas que dirigen la red, que tienen poder, influencia y dinero; y aunque no se ensucian las manos demasiado, exigen que el trabajo se lleve a cabo. Más abajo, están los pequeños gánsteres que organizan el trabajo sucio en las calles y, más abajo aún, los peones que lo ejecutan.
En Europa, existen muchas dificultades para acabar con estos grupos. En primer lugar, todo indica que falta voluntad política para afrontar este reto. Además, las legislaciones europeas están poco adaptadas a la existencia y el modus operandi de los grupos que están implantados en territorio europeo; y esa limitación imposibilita, en muchas ocasiones, que las fuerzas de seguridad nacionales puedan actuar. Por último, es muy difícil detectar y rastrear sus transacciones financieras, puesto que pocas se producen por los cauces habituales. Estos grupos criminales utilizan criptomonedas, transacciones a través de números de teléfono, y, sobre todo, utilizan la hawala: un sistema informal que no requiere la transferencia física de dinero, que se realiza de forma anónima y que se basa en la confianza entre sus intermediarios, conocidos como hawaladars.
Asimismo, el blanqueo se realiza con la creación en cascada de empresas reales y ficticias por todo el mundo.
Los miembros de estas redes son los principales responsables de la trata y la esclavitud sexual de mujeres y niñas nigerianas. En la actualidad, este fenómeno criminal se está produciendo a escala masiva en muchos lugares del mundo.
Captación, reclutamiento, traslado y venta
Las organizaciones de crimen organizado disponen de redes extensas de personas que intervienen en todo el proceso, desde la captación y el reclutamiento, hasta el traslado y la venta de sus víctimas.
Los tratantes tienen agentes en los pueblos, donde detectan niñas y mujeres susceptibles de caer en sus redes. Estos captadores suelen ser conocidos de la familia o de la comunidad, y tratan de aprovechar situaciones de precariedad, miedo o el simple deseo de viajar, para proponer una solución migratoria a niñas, mujeres jóvenes o a sus familias. En las escuelas, a veces los captadores de las menores son sus propios compañeros, que, sin darse cuenta de ello, están trabajando para sus madres o algún familiar.
En cuanto a las formas de captación, estas son muy diversas, y la mayoría se basan en promesas de un trabajo digno y remunerado, o incluso la posibilidad de estudiar en el extranjero.
De forma predominante, se produce en zonas rurales y en campos de desplazados internos, pero también en los barrios más humildes de las ciudades.
Una vez acordadas las condiciones económicas y la forma de viajar, que nunca coincide con la realidad, la víctima puede tener que pagar una suma antes del viaje, que a veces es sufragada por su familia. Desde este momento, la persona se convierte para su propia familia en una inversión que, al llegar a su destino, comenzará a generar una rentabilidad suficiente para permitir vivir bien a varios de sus miembros. De hecho, muchas niñas no se van voluntariamente, sino que son vendidas por sus padres con esta finalidad.
Otras veces, la víctima no puede adelantar el precio del viaje y se compromete a pagar, con posterioridad, entre las 3 y 6 primeras mensualidades del salario que recibirá por el trabajo que le han prometido a su llegada a Europa.
Antes de iniciar su exilio, prácticamente todas las mujeres y las niñas, sin distinción por religión o espiritualidad, realizan un juramento en distintas modalidades, cuyo único objetivo es infundir el mayor miedo posible para paralizarlas y someterlas. En este ritual, se comprometen a no denunciar a sus tratantes ni a sus facilitadores, además de a devolver la deuda comprometida. La ceremonia puede ser realizada por un juju priest, un native doctor, el pastor de una iglesia o incluso un mallam10.
A partir de aquí, comienza un viaje por tierra, mar o aire para alcanzar su destino. Antes de su partida, la víctima recibe una documentación, un móvil y una tarjeta telefónica para que pueda llamar a las personas de contacto en los distintos puntos de transferencia. Si el viaje es por vía aérea, los «cultos» utilizan también a agentes de policía, personal de seguridad o personal del aeropuerto para facilitar la salida de Nigeria de esa mujer o niña.
La salida por tierra y mar hacia Europa suele hacerse a través de Mali o Níger, para alcanzar la costa de Argelia, Libia o Túnez, desde donde emprenderán la parte final de su viaje. En cualquier caso, las víctimas pasarán previamente por una o dos ciudades de tránsito dentro de Nigeria —normalmente, Lagos en el sur y Kano, Sokoto o Kebi en el norte— antes de cruzar la frontera y adentrarse en el desierto.
Estos traslados suelen producirse de noche y están guiados por un traficante. Muchas mujeres son engañadas, pues piensan que son transportadas para viajar en avión, hasta que se dan cuenta de la cruda realidad cuando ya están fuera del país.
La ruta más común para llegar a Europa es Nigeria – Agadez – Sabha – Trípoli. Salen de Nigeria en grupos de dos a cuatro chicas que, una vez cruzan la frontera, son encomendadas a otro traficante, que las mezclan con grupos más grandes de migrantes hasta el siguiente punto. En Agadez, pueden pasar varios días hasta que comienza la parte más dura del viaje: cruzar el desierto hasta Libia. Se trasladan en pick up o en camión, y hacen paradas —de horas o de días— en lo que llaman «campos de concentración», enmascarados como granjas de lugareños.
En este recorrido, muchas víctimas sufren los primeros abusos sexuales del viaje, ya sea por el traficante o el conductor; cuando no son asaltadas por los bogars, grupos de migrantes de distintos países que no logran llegar a Europa y forman comunidades en el desierto donde viven del pillaje de caravanas. En estas rutas, miles de personas mueren cada día por hambre, deshidratación, enfermedades o asesinato.
La mayoría de los traficantes son nigerinos o chadianos. De hecho, el tráfico ilícito de personas se ha convertido en el mejor medio de subsistencia para cientos de familias del norte de Níger, a pesar de la prohibición del Estado en el año 2016, que no ha llegado a tener una aplicación real. Ahora, la junta militar, que gobierna el país desde el golpe de Estado de julio de 2023, ha decidido derogar esta ley porque «criminalizaba como un tráfico ilícito ciertas actividades que son regulares por naturaleza»11, una decisión que aumentará el desamparo de las víctimas.
Según el testimonio de varias mujeres, pueden pasar de días a semanas en la ciudad libia de Sabha. Allí son violadas por sus traficantes o vendidas a otros tratantes que las explotan como esclavas sexuales durante un tiempo indefinido, hasta que las vuelven a revender12. No todas salen de este enclave; y las que consiguen alcanzar Trípoli llegan a una «casa de conexión», donde de nuevo son tratadas y abusadas sexualmente incontables veces, durante semanas o años. Este fue el caso de Florence, una de las cientos de deportadas desde Trípoli de vuelta a Nigeria por la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Ella pasó dos años en una de estas «casas», hasta que logró escapar durante un enfrentamiento entre facciones libias que destruyó su lugar de encierro13.
Por otro lado, Libia no es solo un país de tránsito, sino también de destino para cientos de mujeres que pensaban llegar a las costas italianas. Sin embargo, allí son vendidas al mejor postor como esclavas sexuales, incluidos a miembros de grupos terroristas14. Además, las que no llegan a cruzar y son detenidas por la policía pasan a un centro de detención, donde malviven hacinadas con otras mujeres, sin ninguna medida higiénico- sanitaria, bebiendo agua salada y recibiendo una insalubre comida diaria que ingieren para no morir. Muchas de ellas permanecen en estos campos de detención libios durante periodos muy prolongados, en ocasiones más de tres años15. En estos centros también son violadas de forma sistemática por las fuerzas de seguridad libias, hasta que son deportadas de vuelta a Nigeria.
«Los ocho meses que pasé en el centro de detención fueron mucho peores que los dos años en la casa de conexión»16.
Si consiguen continuar su viaje, desde Trípoli cruzan en dos tipos de embarcaciones: lampa-lampa, cayucos de madera, más baratos y peligrosos, pero en los que cruza la mayoría; o en ballon boat, una embarcación neumática que navega a la deriva movida por la marea. Las mujeres son colocadas en el centro porque tienen mayor valor económico. Durante esta travesía, que dura alrededor de una semana, si la embarcación no se hunde, muchos migrantes mueren por hacinamiento y desnutrición.
Una vez en Europa, y tras salir de los centros de acogida para migrantes, las víctimas contactan con su proxeneta o madam. A partir de entonces, comienza un nuevo infierno, con la distribución de las mujeres a otros países europeos, la confiscación de sus documentos y la obligación de convertirse, otra vez, en esclavas sexuales en clubs, pisos o en la calle. Todo para pagar una deuda que, según los captores, oscila entre 20.000 a 60.000 euros, bajo la amenaza de hacer uso del juramento ceremonial o de hacer daño a sus familias en origen.
En este entramado de prostitución forzosa, las madams son mujeres que una vez fueron explotadas y que, al pagar su deuda, decidieron dedicarse a un negocio que ya conocían. Ellas son la cara visible, pero por encima se extiende la red criminal para la que trabajan y a la que rinden cuentas del trabajo de unas mujeres explotadas de las que obtienen la máxima rentabilidad.
Presas del miedo, pocas son las víctimas que deciden denunciar; y la mayoría solo abandonan la red tras saldar su supuesta deuda. Otras escapan, aunque muchas de ellas mueren en el intento; y todas las que salen vivas lo hacen con lesiones físicas, psíquicas y emocionales muy graves.
Por último, también hay otra ruta recurrente para sacar a las víctimas del país, la «laguna», especialmente para aquellas cuyo destino final son otros países de la subregión africana. La ciudad nigeriana de Lagos está conectada por pasadizos de agua semidulce y manglares con la capital de la República de Benín, Porto-Novo, y con Cotonú. Estos caminos acuíferos se han convertido en itinerarios frecuentes de tráfico de personas, pero también de cualquier tipo de mercancía ilícita.
Agencias e iniciativas públicas y privadas para luchar contra la trata de seres humanos en Nigeria
El esfuerzo más significativo de la Administración nacional nigeriana para actuar contra la trata de personas ha sido la creación, en julio de 2003, del NAPTIP (National Agency for the Prohibition of Trafficking in Persons), en el marco de la Ley sobre la prohibición de la trata de personas su aplicación y administración, que fue modificada en 2005. Esta agencia tiene como responsabilidad principal hacer cumplir las leyes contra la trata de personas, así como encargarse y coordinar la rehabilitación y el asesoramiento de las víctimas de trata17. Con estos parámetros, debería convertirse en una institución estatal que brindara un apoyo integral (prevención, protección, rehabilitación y reintegración) a las víctimas de trata, al tiempo que persigue a los perpetradores. Por último, el NAPTIP dispone de 9 comandancias zonales y 16 comandancias estatales.
Por otro lado, en los últimos años, 23 estados de Nigeria han creado su propio Task Force o Fuerza Conjunta para luchar contra la trata. En general, las funciones de las agencias nacional y estatales no son muy diferentes. Aunque públicamente insisten en su estrecha colaboración18, ambas instituciones entran en competencia en el ejercicio de sus responsabilidades; en especial, a la hora de obtener fondos de sus principales donantes extranjeros, como la cooperación alemana y la OIM.
Otra iniciativa pública que aborda el problema desde las fronteras, incluidos los aeropuertos, es el JBTF (Joint border Task Force), que se estableció con el apoyo de Reino Unido en colaboración con las agencias nigerianas NAPTIP y NDLEA (National Drug and Law Enforment Agency). El objetivo del JBTF es «apoyar un equipo capaz de llevar a cabo investigaciones complejas sobre todo tipo de delincuencia grave y organizada que afecte a las fronteras de Nigeria, contribuyendo así al desarrollo de la capacidad de las fuerzas del orden locales»19, incluyendo la trata de personas. Asimismo, Nigeria forma parte de AFIC (Africa – Frontex Intelligence Community), una estructura de cooperación informal para el intercambio de información y el análisis de riesgos, de la que forman parte otros 27 países africanos.
Desde la sociedad civil, han surgido varias iniciativas en materia de prevención, principalmente sensibilización, así como de rehabilitación de víctimas que vuelven deportadas, rescatadas o que se acogen a los programas de retorno voluntario, a través de las formaciones cortas en oficios. En Nigeria, NACTAL20 es la red de organizaciones de la sociedad civil más activa en la lucha contra la trata de personas, y realiza numerosas acciones de formación, sensibilización e intervención política.
También es importante el posicionamiento público de los líderes locales; entre ellos, destaca el discurso histórico del oba (rey tradicional y autoridad religiosa) de Benín City, Ewuare II, en 2018, que revocó los juramentos rituales realizados por las mujeres y niñas víctimas de trata, lo que provocó que muchas de ellas se liberasen de sus captores.
Por su parte, la Unión Europea apoya programas como «La Acción contra la Trata de Personas y el Tráfico Ilícito de Migrantes en Nigeria» (A-TIPSOM21). Este proyecto se puso en marcha en 2018, a través de un acuerdo entre la Delegación de la Unión Europea y el Gobierno de Nigeria, coordinado por la FIIAPP; y está diseñado para reducir la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes a nivel nacional y regional, con un énfasis específico en las mujeres y los niños. Su iniciativa más reciente ha sido el lanzamiento, en 2023, de una base de datos común de investigación entre el NAPTIP, el Servicio de Inmigración de Nigeria y el Cuerpo de Policía de Nigeria, pero cuyos resultados aún no se han podido evaluar22.
Principales desafíos en la lucha contra la trata transnacional de mujeres y niñas con fines de esclavitud sexual
Nigeria lleva décadas sufriendo una corrupción institucionalizada y una violencia sistémica. En gran parte de la sociedad, esta situación ha llevado a la destrucción de las estructuras familiares y los valores comunitarios de apoyo mutuo, protección y cuidado; y ha dejado a las capas sociales más vulnerables desprotegidas y a merced de personas carentes de empatía y con una ambición desmedida. En la actualidad, en muchos lugares del mundo, las personas se han convertido en un «bien consumible», y Nigeria es uno de los principales exponentes de esta nociva tendencia. En este mercado humano, todo se compra y se vende, desde el cuerpo, órganos, embriones o sexo, hasta conciencia y espiritualidad.
En el ámbito doméstico, para muchas familias, la trata de personas se ha convertido en una forma de «ascenso social». Como señala Tilouine Lebur: «En Uromi, las madres han creado una asociación para organizar mejor la trata de las chicas en la ciudad. En Benin City, hay clubs que solo admiten a mujeres con un hijo/a establecido en Europa»23.
La mayor dificultad que enfrentan las mujeres y niñas que regresan a Nigeria tras haber sufrido una historia de trata y abuso es el rechazo de sus propias familias, por no haber obtenido de ellas la rentabilidad deseada. Esto las revictimiza, pues se quedan sin redes de apoyo; y este es el principal motivo por el que la mayoría de las que regresan solo piensan en cómo intentarlo de nuevo.
La cultura machista en Nigeria también favorece este crimen. Niñas y mujeres nacidas y educadas en la dominación y en la violencia perpetúan estos roles cuando llegan a la madurez. En este escenario, algunas perciben la trata como una oportunidad de escapar de esta sociedad o de un matrimonio arreglado.
Otro de los grandes retos para la lucha contra la trata de personas es corrupción endémica en Nigeria, que se calcula cuesta a las arcas públicas del país miles de millones de dólares al año. El último índice de percepción de la corrupción 202324 sitúa a Nigeria en el puesto 145 de 180 países.
Con estos parámetros, Nigeria se ha convertido en uno de los países más peligrosos, corruptos y violentos del mundo, con algunos de sus estados considerados ya narcoestados25.
Desde esta perspectiva, y a pesar de la inversión multimillonaria que realizan gobiernos extranjeros y distintas organizaciones políticas internacionales, el impacto en la reducción de la criminalidad es muy reducido. Entre otras razones, por la citada corrupción, la ineficiencia de las acciones planteadas y los parciales o inexistentes mecanismos de evaluación.
Con todo, es muy difícil distinguir, tanto en el ámbito público como en el privado, entre los que están realizando un trabajo real al servicio de las víctimas de trata de aquellos otros que están viviendo gracias a ella. Por ello, encontrar personas capaces y con una real vocación de servicio es la tarea más difícil y delicada para luchar contra esta gran lacra.
Por otro lado, existen iniciativas que aumentan la frustración de las víctimas, ya que se perciben como limitadas y parciales, pues no resuelven el problema. En ocasiones, para algunas mujeres supone directamente un fracaso.
En este ámbito, la OIM desarrolla algunos programas, cuya eficacia está muy cuestionada. Según los testimonios de algunas mujeres retornadas, la OIM las ayudó a volver desde Libia y de otros países, con la promesa de apoyarlas en el proceso de reintegración. Al regresar a Nigeria, las mujeres fueron acogidas en un hotel durante una semana, donde recibieron un limitado apoyo psicológico y la promesa de apoyo para emprender un negocio. A los seis meses o al año, recibieron el material; pero después no volvieron a tener noticias del personal de la OIM, que nunca comprobó que el negocio se hubiera materializado. Al sentirse solas y sin apoyo, muchas de las mujeres intentan volver a salir del país antes de haber recibido la ayuda, cuando no venden el material recibido para pagar al traficante que las ayudará a emprender de nuevo la huida26.
Hay otras muchas que continúan en el país gracias a los programas de algunas oenegés, de las que reciben formación ocupacional, mediación familiar y un acompañamiento psicológico más prolongado. Además, se las realiza un chequeo médico, pues la mayoría han sido obligadas a abortar una o más veces, han sido forzadas con violencia y han contraído enfermedades de transmisión sexual. Aun así, muchas siguen pensando en volver a intentarlo, salir de la miseria y demostrar valor ante sus propias familias.
Por otra parte, tanto NAPTIP como las Task Force de algunos estados nigerianos, reconocen que la principal dificultad para detener y juzgar a los tratantes es la incapacidad de proteger a las víctimas durante el largo proceso de investigación, instrucción judicial y sentencia. Durante este periodo, muchas víctimas desaparecen por miedo, porque de nuevo caen en la red de trata o, incluso, porque la familia llega a un acuerdo con el tratante y las hacen desaparecer.
Por último, otro elemento clave para explicar el aumento de la trata con fines de explotación sexual es la demanda de clientes que desean mantener relaciones sexuales abusivas con mujeres y niñas, que consumen pornografía, que compran niñas para convertirlas en esposas o que viajan a otros países para poder dar rienda suelta a deseos sexuales enfermizos e ilegales en sus países de origen. Todo ello ha convertido la venta de mujeres y niñas con fines de explotación sexual en un negocio lucrativo todavía más rentable que el tráfico de drogas.