A inicios de diciembre, las autoridades colombianas detuvieron a la venezolana Wanda del Valle Bermúdez Viera, mejor conocida como ‘la bebecita del crimen’, quien era buscada por la Interpol, el FBI y las agencias policiales de varios países de América Latina por recaudar sumas mensuales de hasta siete millones de dólares por el delito de explotación sexual, además de dedicarse a otras actividades ilegales como la extorsión, distribución de armas de fuego, coordinación de sicariato y trata de personas.
La historia de Bermúdez Viera, quien en 2019 creó el grupo conocido como ‘Los Llaneros de Sangre Fría’ en Perú, una facción de la megabanda criminal venezolana conocida como ‘El Tren de Aragua’, fue ampliamente difundida por los medios que resaltaron su presencia en redes sociales, donde difundía una vida llena de lujos y excesos.
El caso de Bermúdez Viera sólo es un ejemplo de un fenómeno mucho mayor: el ascenso de las mujeres en las estructuras más violentas y peligrosas del crimen organizado de América Latina. Un estudio reciente de International Crisis Group, una organización independiente dedicada al análisis de fenómenos de seguridad, muestra que la proporción de mujeres acusadas de un delito relacionado con el crimen organizado en México, aumentó del 5.4% (del total de las personas acusadas) en 2017 al 7.5% en 2021.
«Aunque es posible que muchas de las mujeres acusadas de pertenecer a grupos criminales sean inocentes, los datos etnográficos recopilados por Crisis Group para este informe y el análisis de expertos respaldan la tesis de que las mujeres están cada vez más involucradas en estos grupos», escriben los investigadores del informe titulado Socias en el crimen: el ascenso de las mujeres en los grupos ilegales mexicanos.
Además, los expertos advierten que aunque no hay datos oficiales sobre la presencia de mujeres en grupos criminales organizados, la cobertura de los medios de comunicación indica que «representan entre el 5 y el 8% del personal activo de estos grupos».
«A veces, las organizaciones criminales le ofrecen a algunas mujeres la oportunidad de desarrollar un esquema de liderazgo. Y como por los prejuicios y el machismo son invisibilizadas de alguna forma, eso mismo hace que tengan un rol muy interesante por lo que pueden avanzar en esas actividades sin ser vistas. Y eso es una cosa que tenemos que entender más», explica Guadalupe Correa-Cabrera, especialista en organizaciones criminales y académica de George Mason University, que no participó en la investigación.
Según los investigadores de Crisis Group, al igual que sucede con los hombres, las mujeres ocupan diversas posiciones desde las «actividades ilegales de bajo nivel únicamente como medio de subsistencia», hasta ascender a los puestos más altos en las jerarquías criminales. Es decir, algunas han llegado a convertirse en las patronas, o las ‘narcas’, lideresas delictivas que han sido fundamentales en la operación y, en algunos casos, gestión general de estructuras enteras dedicadas al crimen organizado.
«Algo que me sorprende mucho es el asombro de la gente que no puede creer que las mujeres saben cómo organizar la logística, cómo lavar dinero, incluso como ejecutar operaciones violentas. Si vemos que hay mujeres que están manejando empresas como Meta, bancos, organizaciones supergrandes, ¿por qué nos cuesta tanto entender que ellas operan de la misma forma en el mundo criminal?», pregunta en conversación con Noticias Telemundo Deborah Bonello, periodista especializada en temas de seguridad que acaba de publicar en Estados Unidos Narcas: The Secret Rise of Women in Latin America’s Cartels, una investigación que ahonda en las vidas y crímenes de algunas de las mujeres más poderosas de estructuras criminales como los cárteles.
El poderío de las ‘narcas’
La investigación de Bonello coincide con los hallazgos de Crisis Group sobre el importante papel que muchas mujeres desempeñan actualmente en complejas estructuras criminales como los cárteles de la droga
Aunque existen célebres precedentes de la incursión femenina en estas actividades, como los casos de la colombiana Griselda Blanco y la chilena Yolanda Sarmiento en la década de los setenta, el libro de Bonello nos muestra el ascenso y la caída de otros personajes que se alejan de los estereotipos escandalosos forjados por notorios delincuentes como Pablo Escobar, los hermanos Rodríguez Orejuela, y el mismo Joaquin El Chapo Guzman Loera.
«Siento que los cárteles no son organizaciones ideológicas, sino organizaciones de negocio. Y cuando ellos ven que las mujeres pueden matar, lavar dinero, transportar mercancías, pues usan sus capacidades. No las excluyen porque son mujeres, es un asunto de dinero, de ganancias», explica Bonello.
En Narcas: The Secret Rise of Women in Latin America’s Cartels, la investigadora se centra en los casos de mujeres como la mexicana Guadalupe Fernández Valencia, mano derecha del Chapo Guzmán; Sebastiana Cottón Vásquez, una campesina guatemalteca que ascendió al poder dentro de una mafia masculina; Marllory Chacón Rossell, colaboradora de Cottón que, según la DEA, terminó convirtiéndose en una de las narcotraficantes más prolíficas de América Latina.
También analiza la historia de Digna Valle, una matriarca criminal de Honduras que era el rostro femenino del brutal cártel del Valle y las hermanas Lemus, quienes crecieron en las zonas rurales de Guatemala y forjaron una brutal fuerza que incidió en la política de su región.
Según la escritora, algo que une a la mayoría de estas mujeres es su afán por ejercer el poder desde las sombras.
«Hombres como Pablo Escobar y El Chapo crearon la figura del narcotraficante latinoamericano que, por definición, es masculino. A lo mejor es un poco inocente o sexista pensar que el poder de la mujer va a ser la versión femenina de eso, como si se fuesen a comportar como los hombres. En general, veo que las mujeres tienen menos ganas de llamar la atención», asevera.
Otras características que Bonello resalta de estas mujeres que delinquen es que incursionan tarde en el negocio. Además, crean grupos que suelen basarse en clanes familiares donde participan maridos, hijos, primos y otros parientes. Muchas proceden de entornos pobres con escasa educación formal y muy pocas oportunidades de empleo legal.
Estas observaciones coinciden con los expertos de Crisis Group, quienes afirman que «los grupos criminales ofrecen una forma de protección que el Estado y el sistema judicial no logran proporcionar», por lo que en muchos casos el hecho de unirse a un grupo armado puede ser una estrategia de supervivencia y llegar a ejercer poder «en entornos donde la violencia de género abunda».
Estoy segura de que hay mujeres que han llegado a tener una importancia crucial en esos grupos criminales»
Grandes obstáculos sociales como la desigualdad, discriminación y el machismo son sorteados por las mujeres de esas organizaciones que hábilmente acumulan grandes dosis de poder y atribuciones operativas cruciales con lo que, paradójicamente, terminan ejerciendo roles vitales sin las desventajas de la fama mediática o social puesto que, en muchos casos, los responsables de las estructuras jerárquicas delictivas suelen ocultar que las mujeres lideran muchas de sus operaciones.
«No dudo que hay mujeres muy poderosas en el narcotráfico, pero no las conocemos. No las vemos porque no caben en nuestra forma de entender el mundo. No las estamos buscando porque, a lo mejor, creemos que se van a portar como El Chapo. La realidad es que ellas se comportan de una forma más sutil, más escondida. Estoy segura de que hay mujeres que han llegado a tener una importancia crucial en esos grupos criminales», explica Bonello.
La autora explica que, a menudo, los vínculos románticos o familiares de las mujeres del narcotráfico suelen utilizarse para minimizarlas o marginar sus roles como protagonistas del negocio y pone como ejemplo a Emma Coronel, la esposa de El Chapo.
«Parece que las mujeres están ahí sólo porque son la esposa, la amante, la hermana o la hija de alguien. Pero los hombres también entran en el negocio en virtud de sus conexiones familiares, porque la mayoría de los negocios del crimen organizado son negocios familiares. Sin embargo, se supone que su influencia es mayor o más importante, una virtud de su masculinidad, pero eso no es así. Las mujeres existen y, en muchos casos, son cruciales para el éxito de esas organizaciones criminales», comenta.
Violentas y brutales, si es necesario
En la mayoría de los casos que Bonello incluyó en su libro, las mujeres han crecido en circunstancias violentas y, a menudo, también protagonizan estrategias violentas con la finalidad de poder establecerse en los círculos criminales. Al participar en el tráfico de drogas, si no son ellas las que matan, tienen a otros que lo hacen por ellas y generalmente disfrutan del poder y la adrenalina que caracteriza muchas de las acciones operativas
«Por ejemplo, Digna [Valle] operaba de una forma brutal cuando se trataba de proteger a su familia y el negocio. Si eso significaba mandar a matar o dejar que sus hermanos violaran a las mujeres del pueblo, lo hacía porque entendía que eso es parte de conservar el poder y son estrategias para imponer terror y controlar a la población local. En el sentido del manejo de la violencia, a lo mejor las mujeres no lo hagan tanto con sus propias manos, pero tampoco es que no saben cómo manejar eso porque pueden ser muy muy violentas», afirma la autora.
En una sociedad machista y desigual como la mexicana, donde sólo en 2022 se registraron 3,754 muertes de mujeres, los expertos advierten que el papel de las estructuras delictivas es preponderante en los niveles de violencia del país. En ese contexto, la incursión y el ascenso de las mujeres en el crimen organizado es una realidad que genera alarmas.
«Es un problema de seguridad general. Todas las mujeres que yo investigaba metieron a sus hijos en el negocio, como también lo hacen los hombres, porque todo el crimen organizado en América Latina tiene que ver con la familia. Entonces proteger el negocio es lo mismo que proteger a la familia y se defiende con la vida, si es necesario. También creo que la figura de la esposa, la novia, la víctima es tan fuerte que a los colombianos y a los mexicanos les cuesta creer que las mujeres tienen esta capacidad de ser criminales», explica.
A los colombianos y a los mexicanos les cuesta creer que las mujeres tienen esta capacidad de ser criminales»
En Narcas, uno de los grandes aciertos de Bonello es que logra diseccionar las historias de estas mujeres, y analizar los efectos de sus delitos, sin glorificarlas. En la lectura de sus capítulos siempre está presente el carácter ilegal de estas actividades y las profundas repercusiones que tienen en los países.
«El crimen organizado es la amenaza más grande a la seguridad pública de toda esta región porque afecta el sistema de gobierno y las leyes, por eso mi intención nunca fue celebrarlas ni exaltar sus logros criminales. Más bien siento que se deben crear políticas que sirvan para prevenir que las mujeres y los hombres se metan en este negocio porque, la verdad, no les conviene. Nadie sobrevive», asevera.
«¿Por qué nos cuesta tanto entender que ellas operan de la misma forma en el mundo criminal?”, se pregunta Deborah Bonello, periodista especializada en temas de seguridad, quien las retrata sin celebrarlas en su libro más reciente.