Las organizaciones criminales han redirigido sus negocios sucios a otros sectores, ante la baja en el consumo de drogas y la escasez de precursores.
Antilavadodedinero / Infobae.com
La pandemia lo ha cambiado todo, incluso las actividades del narcotráfico. La llegada del coronavirus a México enfrenta a los cárteles de la droga a sus peores fantasmas, pese a que el impacto aún es relativo.
Cártel Jalisco Nueva Generación, Cartel de Sinaloa y Cártel del Noreste, encarnan en el país a las principales organizaciones criminales que disputan las rutas, producción y trasiego de estupefacientes, en medio de la emergencia sanitaria.
En las últimas semanas de confinamiento han sucedido alteraciones en el contrabando de drogas que han saldado en 1,497 homicidios vinculados a la delincuencia organizada.
Esas muertes ocupan un lugar secundario en la conversación pública; sin embargo la violencia está en marcha y va a agudizarse.
Los datos parecen dar la razón. El documento “El crimen organizado durante la pandemia”, al que ha tenido acceso el periodista Héctor de Mauleón, especifica que la venta de drogas en EEUU cayó, el precio de los enervantes creció, los precursores químicos procedentes de China dejaron de llegar a los puertos mexicanos, y al mismo tiempo crecieron las dificultades para el contrabando de droga.
Este cóctel de acontecimientos, anuncia un aumento en la violencia, y una disputa de los narcos por las pocas oportunidades disponibles.
Los expertos indican que los criminales redirigirán sus negocios sucios al cobro de piso a sectores que hasta el momento no habían sido víctimas del delito como profesionistas, servidores públicos y grandes comercios.
La nueva estrategia sugiere también un alza en los secuestros, asaltos y robos. Los sectores como adultos mayores, madres solteras y discapacitados deberán ser especialmente cuidadosos, ya que podrían ser los grupos más vulnerables para el crimen.
En estos casos, los robos se efectuarían por gente que se presente como personal médico que va a proporcionar información o a suministrar productos de higiene.
El robo a transportes de carga, equipo médico, cajeros automáticos y el asalto de funcionarios encargados de trasladar fondos de programas sociales, empeoraran.
En las últimas dos semanas, las actuaciones de los cárteles de la droga han abarcado el reparto de despensas que comenzó en Tamaulipas, prosiguió en Michoacán y finalmente, la última entidad de la que se tiene registro de esta práctica es San Luis Potosí.
De acuerdo con De Mauleón, para resistir el impacto del coronavirus, las organizaciones criminales buscan construir en el periodo temprano de la crisis una base social amplia, por medio de la repartición de apoyos que le permitan enfrentar los tiempos que vienen. Así, en la etapa tardía de la pandemia, la delincuencia fortalecerá su control sobre las comunidades que consideran estratégicas para el surgimientos de nuevos grupos de autodefensa.
La cuestión de entregar paquetes de alimentos es una táctica tan antigua como el propio narcotráfico. En México, los sicarios se presentan habitualmente a la gente como “benefactores” y agentes del poder local, inicialmente sin pedir nada a cambio.
Los líderes criminales saben bien que para “gobernar” necesitan cuidar a las personas en su territorio, y lo hacen explotando situaciones vulnerables para su ventaja. A los ojos de cada persona, los grupos delictivos tienen mil y un rostros.
En Guanajuato, Chihuahua,Tamaulipas, Guerrero… El crimen no entiende de confinamientos y ni el coronavirus ha acabado con su violencia. A nivel nacional, por ejemplo, desde el 24 de marzo — que se anunció la fase 2 de contingencia por COVID-19— al final de mes se registraron 706 homicidios, es decir cada día se asesinó a 88 personas.
La cifra revela que pese al confinamiento obligatorio al que han sido sometidos los mexicanos, no existe una reducción en la violencia. Según el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el 28 de marzo fue el día que más homicidios dolosos registró. La mayoría de víctimas se localizó en el Estado de México (18). En cambio, Yucatán no reportó ninguna muerte.